De la atonía más desoladora a la hiperprogramación. El fin de semana amaneció con el anuncio de una tormenta de carteles de ferias, como si el bicho pandémico no existiese. Las redes dinamitaban de un tacazo la abstinencia ferial. ¡Abajo la nostalgia! Si por fin se consumasen sería la tormenta perfecta. Un San Isidro madrileño en Vistalegre, once tardes nada menos en la en otro tiempo arrabalera plaza de Carabanchel que desplazaría por esta vez a la hegemónica Monumental de Las Ventas en lo que sería la consumación de una vendetta tras un siglo de sumisión; y además Jerez y Valladolid, tres ferias, tres, todas plagadas de figuras y de aspirantes a ese tratamiento, bien barajadas unas y otras de la mano de la familia Matilla, que días antes ya había anunciado un gran cartel en Mérida. La operación pone en un brete a sus colegas, prácticamente a todos, a los que no hacen porque no hacen y a los que programan con racanería posbélica por eso mismo, y ni por esas los Matilla han conseguido escapar de la polémica en las redes.
Hay expectación por saber la reacción en la acera de Las Ventas. Costaría mucho explicar (y convencer) del por qué hay toros en Vista Alegre -un recinto cerrado- y no se pueden dar en Las Ventas a cielo abierto
Todo, quede claro, está pendiente de cómo evolucione la situación sanitaria y de que las administraciones autoricen para entonces aforos del cincuenta por ciento. ¡O media plaza o todo se queda en agua de borrajas! tal y como sucede en Sevilla, donde el empresario también programó, promocionó y hasta ha puesto en marcha la venta de localidades en un ejercicio de riesgo evidente, que tampoco ha logrado calmar las críticas, y ahí sigue, en realidad seguimos todos, a la espera de que se permita llenar media plaza, que no hace tanto era un desconsuelo y ahora sería como tocar el cielo. Lograrlo convertiría la Maestranza en la locomotora definitiva de la temporada.
La operación de Matilla pone en un brete a sus colegas, prácticamente a todos, a los que no hacen porque no hacen y a los que programan con racanería posbélica por eso mismo, y ni por esas han conseguido escapar de la polémica en las redes
Otra incógnita cargada con dosis de gran expectación que provoca el sanisidro carabanchelero es la reacción de los empresarios de la plaza de Las Ventas y de los propietarios de la misma, la Comunidad de Madrid, arte y parte en esta historia, no en balde esta última es quien finalmente tiene que autorizar este novedoso San Isidro. Ni unos ni otros han concretado nada por ahora. ¿Autorizarán, no autorizarán, programarán, no programarán?… A pesar del razonado argumento que ha dado Simón en Aplausos costaría mucho explicar (y convencer) del por qué hay toros en Vista Alegre -un recinto cerrado- y no se pueden dar en Las Ventas a cielo abierto. Otra posibilidad, soñar es gratis y nadie lo ha negado, es que hubiese toros en las dos plazas, como en los viejos tiempos, unos y otros tocándose los cataplines o, como se dice ahora, contraprogramándose. Puestos a especular, es una posibilidad. Y para mayor enredo -¡que venga Netflix!- todo ello sucede con unas elecciones de por medio. ¡Joer!
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El sanisidro de Matilla alborota el cotarro
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