Juan Silveti nació el 5 de octubre de 1929. Desde muy joven mostró actitudes toreras y fue el 10 de diciembre de 1944 cuando debutó como novillero en Aguascalientes, México. Cinco años depués, el 3 de junio de 1949, se presentó en la Plaza de México, donde tomó la alternativa siete mese más tarde, el 15 de enro, de manos de Fermín Rivera, con Manolo Santos como testigo.
El 17 de junio de 1951, Juan confirmó su doctorado en la plaza Las Ventas, de Madrid, teniendo como padrino a Antonio Bienvenida y con el mismo Dos Santos de testigo. durante ese año, el ‘Tigrillo’ tuvo 18 presentaciones en España.
El 29 de enero de 1967 actuó por última vez en la Plaza México, y un año más tarde decidió quitarse el traje de luces, aunque jamás se retiró formalmente.
Su universidad: Tlaxcala
El Tigrillo Juan Silveti Reynoso nació el 5 de octubre de 1929 en el Distrito Federal. Hijo de todo un personaje de la fiesta como Juan Silveti Mañón, el Tigre de Guanajuato , fue fundador de la famosa dinastía torera que completan sus nietos David (El Rey David qepd) y Alejandro.
Torero de escuela, bajos las normas clásicas y puras de la técnica. Tuvo el acierto de meterse al campo bravo tlaxcalteca, a las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, de los “amos” Raúl y Romárico González. Sí, fue su universidad, ahí se tituló, se hizo torero y se consolidó.
Su paso en las filas novilleriles fue meteórico. Debutó a los 20 años, el 3 de julio de 1949, haciendo tercia con Curro Ortega y Rafael García, novillos de La Laguna, en la México.
Llamó la atención de inmediato y en esa campaña cuajó a dos novillos: “Caminante” de la Laguna” y “Saltillero” de Piedras Negras.
Lucía tan hecho, tan cuajado que bastó una sola campaña novilleril para dar el paso inmediato: la alternativa.
Ésta se la confirió el maestro Fermín Rivera, en presencia del lusitano Manolo dos Santos, con el toro “Colegial” de La Laguna, la tarde del 15 de enero de 1950, en el embudo de la avenida de los Insurgentes.
Cuentan, haciendo un paréntesis, que en Tlaxcala en los dominios de los bureles de Piedras Negras y La Laguna, Juan Silveti aprendió con los caporales de esos hatos, a tomar aguamiel en el tinacal, donde sale el rico neutle, o sea el pulque. Aquel que se tomaba dos jícaras de ese rico caldo, ya era un bebedor de altos vuelos. Aseguran que el personaje de esta historia ya se tomaba cinco de ellas.
Claro, a los invitados les ponían unas “pandas” que resultaban criminales. El efecto del “cara blanca” de inmediato se hacía sentir en los cruzados con los ingenuos. Estos salían dando traspiés y caían fácilmente. Los ganaderos y toreros levantaban la mano como cuando se mata bien a un toro y exclamaban: ¡déjalo ya, trae derrame en el hocico!
Grata impresión en España
Resquebrajadas las relaciones con España, se firmó un nuevo convenio y para 1951 llegó Juan Silveti a la Península Ibérica. Fue recibido con bombos y platillos. Un gran cartel rezaba: “La afición taurina saluda a los toreros mexicanos”.
Entre otros personajes que asistieron al aeropuerto estaba don Pedro Balaña, el gran empresario de Barcelona, donde debutó el diestro azteca el 28 de febrero de ciclo del 51, alternando con Antonio Caro y Rafael Llorente.
Esa temporada realiza 17 corridas de toros y confirma el doctorado el 17 de junio de manos de Antonio Bienvenida y de testigo Manolo dos Santos, cortándole la oreja al toro “Pavito” de Cobaleda, en un trofeo que la abrió las puertas para el año siguiente en la postinera feria de San Isidro.
Precisamente, el 25 de mayo de 1952, escribe una trascendental tarde junto con Raúl Ochoa Rovira y Pablo Lozano, se queda con cuatro toros de Pablo Romero, corta las dos orejas de un astado y da vuelta en otros dos. Suárez Guanes se expresa así: “Y se queda solo Silveti, en el ruedo… Cuatro toros lidiados con una pureza y matados a ley para que se le abra la puerta grande”.
Esa campaña suma 20 festejos y repite éxito en Madrid, el 22 de junio, alternando con su compatriota Antonio Velázquez y Rafael Llorente, cada uno cortó una oreja.
Lo grande, ya considerado como figura del toreo, se produce ese mismo año, el 12 de octubre, fecha histórica en la que junto con Antonio Bienvenida y Manolo Carmona, ante una astifina y poderosa corrida del Conde de la Corte, se reparten siete orejas, dos de ellas para el mexicano del toro “Fustiguero” y saborea, junto con sus alternantes, la salida a hombros por la puerta grande.
Otras 20 corridas en su haber para Juan en España, en 1953. Torea tres tardes en la capital española, fuera de San Isidro, 12 y 26 de abril y 2 de julio, ésta la corrida de La Prensa, corta un nuevo apéndice a un toro de Atanasio Fernández. Pero el 29 de agosto, en Linares, la plaza que vio morir a Manuel Rodríguez Manolete , sufre una cornada, que detiene su camino.
En 1954 retorna a San Isidro, pero en este último año su éxito clamoroso lo obtiene en la Real Maestranza de Sevilla, el 17 de junio. Alterna con Cayetano Ordóñez y su paisano Jesús Córdoba, le cortó dos orejas a un toro de Salvador Guardiola. De esa faena, Filiberto Mira relata: “A la afición sevillana le encantó el viril, gallardo y emocionante toreo del mexicano Silveti”.
Por su parte, Silveti, ya en México, expresó: “El día más feliz de mi vida fue aquel que le corté dos orejas a un toro de Guardiola en La Maestranza”. Y un dato de indudable valía: siete orejas obtenidas en 10 actuaciones en Madrid, ¿Cuántos pueden darse ese lujo?
Su sitio en México
El mexicano que toreaba como español tuvo un distinguido sitio en suelo patrio. Se le reconoció, en toda su dimensión, la exquisitez, pulcritud y pureza de lidiador.
En la Plaza México, Juan actuó 23 corridas y el mejor año fue en 1960. Cortó dos rabos consecutivos. El primero el 10 de abril al toro “Holgazán” de La Laguna, haciendo tercia con Luis Procuna y Rafael Rodríguez. Domingos después, 8 de mayo, repite la hazaña con el toro “Esclavino” de La Punta, alternando con Joselito Huerta y Joselillo de Colombia .
Quizá la mejor faena que elaboró Juan fue sin duda ese mismo 1960, el 30 de octubre en “El Toreo” en una corrida a beneficio de Curro Ortega. Su trasteo a “Farolero” de Valparaíso reunió todo, esencialmente ese trazo ortodoxo, clásico, elegante y de inmaculada pureza. Todo un tratado técnico. Y, por supuesto, otro rabo.
No se pueden quedar en el tintero obras del nivel de las faenas a “Guerrita” de Piedras Negras, la de “Centavo” de Reyes Huerta que inmortalizó en Tijuana y que es un ejemplo de un quehacer taurino del más puro estilo. Asimismo, el trasteo a “Comino” de Javier Garfias que enloqueció a la afición de Morelia y otro toro de esta divisa en León, que le infirió una cornada y el gesto del Tigre de quedarse en el ruedo y cuajarlo quedó ahí en la plaza “La Luz”.
No dijo adiós de los ruedos, simplemente “colgó el terno de luces” en 1968 en el coso de Tijuana.