La revolera

El sabor de lo auténtico

Redacción APLAUSOS
martes 26 de julio de 2011

Los fenómenos de masas siempre han aparecido en tiempos adecuados para ser un revulsivo del espíritu popular. Juan Belmonte fue una….

Los fenómenos de masas siempre han aparecido en tiempos adecuados para ser un revulsivo del espíritu popular. Juan Belmonte fue una auténtica revolución del toreo y trajo un nuevo modo de torear, que perfeccionado todavía perdura. La pugna Joselito-Belmonte hizo olvidar muchos problemas sociales que no acababan de encontrar su perfil en la nueva centuria. Manolete fue el pan de los pobres en años de hambruna, y emparejado con el mexicano Carlos Arruza cubrió un hueco importante en la recuperación de la ilusión de vivir tras un periodo trágico de la historia de España. El Cordobés, con su heterodoxia, vino a significar un soplo de libertad en los últimos tiempos de un franquismo uniformador y de conciencias adormecidas. Y ahora, José Tomas, en días de “indignados” y de mistificación de la honradez y la seriedad, está llenando un hueco importante; el reservado a la autenticidad. Las plazas de toros, cuando torea José Tomás, se convierten en la gran reserva de lo auténtico y como todo lo que es de verdad, cuando a todos los niveles prima el engaño y la mentira, despierta lo más atávico del ser humano, que es el respeto a la muerte, al valor y al sacrificio y sobre todo el “¡Qué importa!” del héroe. José Tomás resucita el sabor a auténtico, con su autoinmolación sin trampa ni cartón. No se trata de torear con un estilo u otro, de hacerlo mejor o peor, más cerca o más lejos, sino de ser fiel a sí mismo, aunque en el envite vaya la propia vida. Y en ese terreno el cateto de Galapagar es único y cuando él torea, las reglas, cánones y tradiciones pierden todo sentido. Eso es lo que no calibró el presidente al negarle la segunda oreja en el día de su resurrección, después del cornalón de Aguascalientes. No supo ver que aquella no era un corrida como las demás sino la misa mayor de la liturgia del toreo en su estado más primario: que es el choque del hombre con la posibilidad de morir en el ruedo. Y además, que diez mil almas estaban celebrando con emoción y casi traspuestas su reencuentro con lo auténtico, entre tanta sofisticación como nos envuelve tratando de confundirnos.

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