Aficionados y profesionales eran conscientes de su trayectoria y su lucha, de su concepto y su afán de superación, luego de un año parado tras una gravísima lesión cervical, pero para el gran público, David de Miranda era un perfecto desconocido. Hasta el pasado San Isidro. Porque el onubense descerrajó la puerta grande, se destapó como la revelación del ciclo, un aval que le permitió realizar una temporada elaborada con mesura y cautela, con el fin, más que de sumar, de crecer y avanzar en la profesión. - “Ha sido una temporada bonita, de darme a conocer y sembrar para las que vengan”
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