Fotos: ARJONA
Amanece en Los Romerales, la finca gaditana de Fuente Ymbro. Es día de embarque y se encierra una corrida con destino Las Ventas. Se culminan, así, cuatro o cinco años de cuidos y mimos a los animales, que deberán ahora exhibir su bravura en la plaza. Para eso han sido criados.
La pericia de los hombres, unida a la experiencia de los bueyes berrendos, facilitan las tareas de embarque y encajonamiento. Hay que hacer todo despacio, con arte. Evitar en la medida de lo posible los accidentes, minimizar al máximo el riesgo de un tropiezo, una pelea o un mal golpe que pueda desbaratar algún toro. Sería una pena tras media década de dedicación plena para su puesta a punto.
Uno a uno, los toros van pasando de la inmensidad del campo a la angostura de las mangas y cajones del camión que les trasladará a la plaza. La suerte está echada. El destino les aguarda. Es el día en el que, definitivamente, cada toro empieza a escribir su propia historia.