No sé si estamos ante su última temporada en España. Se irá cuando él decida; y seguro que será antes de que se le merme la gasolina. Porque si hiciera falta, o tuviera necesidad, estoy seguro que volvería a poner en marcha los reactores de su afición y de su capacidad para no bajarse del pedestal, de eso que llaman “ser figura”. Ponce lo es. Y ya hace tiempo. Y lo será por los siglos venideros. No sólo por el récord sino también por el enorme equilibrio de su triángulo profesional: cabeza, corazón y bragueta. Ahora pónganlo en el orden que quieran.
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