Acaba de escribir otro capítulo en la leyenda de las leyendas. Dos orejas a un toro de Miura en la Maestranza son palabras mayores. El que quiera que pruebe, ambos, toro -Cuajadito se llamaba- y torero se repartieron la gloria, al primero lo proclamaron, no sin polémica, toro de la feria; al lidiador se lo reconocieron allí mismo. Días después quedan evidentes señas en el rostro del diestro de lo crudo que fue aquel pulso lidiador