Foto: ArjonaPaco Dorado marcó la historia taurina en los años noventa. Hasta entonces había sido un taurino de algunos pueblos de Andalucía en esa lucha no siempre bien valorada. No olvidaré cuando nos citó en un bar frente al taurino hotel Colón para presentarnos a Manuel Díaz, entonces Manolo. Ahí nos dijo que comenzaba la “revolución” y no se equivocaba. El lanzamiento de “El nuevo Cordobés” fue impresionante. Aquellos carteles gigantes con el lema: “Ya está aquí… sin apellidos ni fortuna”. Paco Dorado, un hombre del pueblo, manejaba con soltura la innovación, supo utilizar a la prensa valorando su importancia para lanzar cualquier proyecto. Tenía en el bolsillo a los responsables de la televisiones privadas y públicas, y a los empresarios como Canorea, para quien lo que decía Dorado iba a misa.
Tras éxito de El Cordobés llegó su faceta de empresario, plantándole cara a los grandes, dirigiendo Algeciras, Córdoba, Málaga, Jaén, Antequera… y suma y sigue. Valiente, daba semanas de toros, no como ahora que van a lo seguro. Liaba a la autoridad y a los veterinarios en los reconocimientos, y se aprobaba lo que él quería. Tenía imán, cautivaba. El año pasado me fijé en los carteles que hay en la plaza de Las Palomas de Algeciras: de domingo a domingo y Jaén, joder, que siempre fue de dos corridas… con Dorado otra semana. E innovaba. Curro, Paula y Antoñete en otra de sus plazas, Antequera… En fin no tendríamos espacio para contar esa década que terminó con un hombre abatido y del que no se acordaron los muchos y muchos que le “mangaron” en los años de su triunfo.
No se parece en nada a los empresarios al uso que beben Coca-Cola y morirán ricos, pero les dará mucha pena por lo que dejan aquí… A Paco no le habrá dado ninguna, porque su legado es tan valioso que difícilmente podrá igualarse. Cazadora al hombro, White Label en vaso largo, Winston del Águila… y muchos satélites alrededor que hace años no aparecen por ningún sitio. Así es la vida, pero lo hecho… hecho está.
