En las últimas semanas, fundamentalmente en la radio, he convivido con gente ejemplar. Con toreros, con seres humanos que marcan su categoría personal y profesional como un ejemplo de vida y de dignificación de su oficio. Los he sentido cerca a toreros y personas que han rozado los límites de la vida y que han reaccionado con un valor, un mérito, una categoría, una fuerza, que no la encontraréis en otro espectáculo en todo el mundo. Que nadie me los compare con los caprichos de los futbolistas, cuya mayor novedad es que todas las semanas se cambian el peinado, luego los hay buenos, malos y regulares; pero la imagen cada día es más frívola y más acomodada. Nada que ver una lesión de deportista con la cornada a un torero. Lo más grave en fútbol puede ser una triada, los ligamentos cruzados, cosas importantes pero imposibles de equiparar a las cornadas y al destrozo que sintieron algunos de esos toreros que se me han agolpado en los últimos días: Fortes, Padilla, David Mora, Ferrera, Abellán, Perera, Paquirri y podría continuar la lista de héroes ejemplares.
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