El solsticio de verano, las noches de San Juan, las estrellas confabuladas, todo parece alineado para que la Fiesta sea tan fiesta como todos desean, como se necesita. Abajo las amarguras. En Alicante, desde donde escribo, la gente lo vive en la calle. La ciudad, desde la explanada al castillo de Santa Bárbara, es un hervidero, sin horarios, hombres y mujeres la trajinan gozosos, hartos de los chalaneos con los que nos machacan los informativos. Es la España real. La reflexión vale para la terreta y vale para Granada, para Badajoz, para León, para Algeciras, que calienta motores, y hasta para La Brède, el último bastión del toreo al norte del norte, en el mismo Burdeos, donde un alcalde, Michel Dufranc, ha hecho de los toros bandera y argumento importante de su mandato. Persista, alcalde, persista en su ilusión.
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