Esta semana es el turno de los empresarios. Está bien, conviene/urge su reactivación. Sin empresariado no habría toros y más en los momentos actuales de desenganche de la Administración y con tantos frentes a los que atender o de los que defenderse. Hay que rescatarlos en su mejor versión. Los grandes momentos del toreo siempre se han identificado con grandes empresarios por mucho que con frecuencia recurrente, con razón y sin ella, se les haya convertido en saco de los golpes. El 21 es la fecha, hay Asamblea General de ANOET y de ella se espera lo mejor. En la situación de precariedad actual que vive el toreo es imprescindible un rearme y eso lleva implícito la reorganización de la clase empresarial y su puesta en valor. La atonía y el desinterés en el que estaban establecidos era una de las cuestiones que hacía perniciosamente diferente a este sector de otros. No había patronal y si la había estaba desactivada o excesivamente personalizada o todo a la vez, en realidad no importa cómo estuviese, el caso es que no funcionaba.
Era evidente que ellos, que son una pata del banco clave para mantener en pie el toreo, en los últimos años vivían a golpe de inspiración personal, sin la fuerza que da la unidad gremial cuando se trataba de encarar problemas externos o negociar los internos, sin una línea de actuación conjunta, mayores a un lado (ANOET) y jóvenes (ASOJET) o no tan jóvenes a otro, como si no fuese bueno que se retroalimentasen experiencia e ilusiones o como si fuesen muchos cuando cada día son menos como el peor de los síntomas de la salud económica que se vive. Y al final, en los momentos críticos de la toma de decisiones, siempre campeaba una sensación de personalismo tremenda, de tal manera que era sabido que no era lo mismo negociar o llegar a acuerdos antes de una feria que cuando se acercaba otra, ese era un sentimiento taifal absolutamente pernicioso… Pues así estábamos, en realidad así estamos mientras no se remedie y ahora puede ser la ocasión. Por todo ello o como consecuencia de todo ello, la en otro tiempo poderosa y multitudinaria ANOET se fue diluyendo para pasar de las grandes asambleas en las que hacía falta alquilar un teatro hasta convertirse en poco menos que un club privado que podía hacer la asamblea en un taxi camino del restaurante dicho sin ganas de ofender. Eso justo cuando más falta hacían.
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Ahora les toca a los empresarios
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