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¡Ay, si yo supiera escribir!

Lo de Ponce hoy ha sido una auténtica catarsis. Ver algo así y no sentirse transportado al mundo de los sueños sería imposible. La página histórica ha quedado grabada en el aire límpido y templado de la otoñal tarde aragonesa, con espada o sin espada.

¡Ay, si yo supiera escribir! Porque en castellano, único idioma en el que uno medio se arregla, no existen palabras para describir la faena de Enrique Ponce al cuarto toro de la tarde en la feria de la capital de Aragón. Solo me atrevo a decir que la Virgen del Pilar ha tenido celos de que la Cheperudeta cuente entre sus fieles con un torero tan grande como Ponce, y le ha insuflado en sus muñecas la gracia de Dios para que el de Chiva realizara a la sombra de su Basílica una obra artística de ensueño, que pasará a la Historia del Toreo.

Podría escribir que ha sido algo sensacional, inconmensurable, inolvidable, cumbre, arcangélico… Y así hasta agotar todos los tópicos que tantas veces emplea uno para trasladar al lector cosas que ha visto en una plaza de toros. Pero eso sería un leve acercamiento a la realidad de lo acaecido en el ruedo de la Plaza de Pignateli de Zaragoza. Lo de Ponce hoy ha sido una auténtica catarsis. Ver algo así y no sentirse transportado al mundo de los sueños sería imposible. ¿Que no ha acertado con la espada? ¡Que le den morcilla a la tizona! La página histórica ha quedado grabada en el aire límpido y templado de la otoñal tarde aragonesa, con espada o sin espada.

Jamás había visto tanta armonía, tanto conocimiento, temple, gusto y torería en torero alguno, ante un toro que no era nada especial pero que en las telas de seda del artista valenciano ha acabado por sentirse el mejor de todo el campo ganadero de España. Enrique estuvo durante su ejercicio de cumbre toreadora en otro mundo, yo entornaba los ojos y lo veía levitar. ¡Dios, que tarde! Si para que no se me borrara el recuerdo de tanta belleza tuviera que comprometerme a no ver ni una corrida más en lo que me queda de vida, no lo dudaría ni un instante… ¡Dónde hay que firmar!

Y mira que Cayetano ha demostrado que a querer podría ser gente en la Fiesta, y López Simón ha vuelto por sus fueros y ha entregado el alma en cada pase, dejándonos claro a los que hemos tenido momentos de duda sobre su glorioso futuro como torero, que estábamos equivocados. Pero es que lo de Ponce hoy ha sido algo distinto. Ha sido como hablar con Dios y que te conteste. Sí, ya sé que eso también es un tópico. Pero, qué quieren ustedes. Ya he comenzado diciendo que no sé escribir lo suficiente como para describir la grandeza torera de Enrique Ponce esta tarde bajo el manto de La Pilarica.

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¡Ay, si yo supiera escribir!

Paco Mora

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