El último en apostar a la diabólica memez de las subvenciones a los toros ha sido el chico de Pasapalabra. Pablo se llama. No lo traigo hasta aquí porque no le gusten los toros, sino por la descalificación que hace de quienes sí nos gustan y por el manejo tan torticero que hace de la falacia de las subvenciones. No tiene ni idea. De eso no. O si tiene idea, es mala idea