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Román: “Desde el primer momento supe que lo iba a indultar”

¡Román, Román, Román!… ¡torero, torero, torero!… le aclamaban aficionados y devotos, jóvenes y mayores, chicos y chicas, muchas chicas, mientras le procesionaban en hombros por la puerta grande de la plaza de Valencia. Al paso, guiris y nativos ajenos a aquel éxtasis acababan sumándose a la comitiva. Ha sido el gran protagonista de la Feria de Julio, la mano salvadora del abono, un valenciano al quite de la feria de mayor raigambre valenciana. Él, Román y su compañero y amigo, Escondido, el toro que se ganó la vida por su bravura y casta. A partir de ahora será un binomio inseparable en el imaginario popular. Yo vi torear a Román como no había toreado nunca…, yo vi a Román el día que puso la plaza cardiaca…, yo vi la faena en pie… yo vi a Román el día del toro Escondido… son y serán citas y referencias obligadas de las que presumir en tertulias y reuniones de aficionados ahora y pasados los tiempos.

“Sabía que un toro tan fiero como Escondido me podía desbordar, pero nunca sentí que me estuviese dominando él a mí, siempre mantuve mi seguridad”

En charla con Las Provincias, Román asumía el éxito horas después con una serenidad sorprendente, como si fuese un desenlace natural y esperado, como si no fuese el Román juvenil que se ganaba a todos los públicos con su simpatía desbordante. Ahora los ha ganado con la muleta. “Al acabar yo estaba como muy tranquilo. Sabía que era una tarde que tenía que llegar y al final había llegado. Veía a la gente a mi alrededor muy eufórica. Cuando llegué al hotel seguía aquella alegría. En la habitación había mucha gente, estaba repleta, había mucho barullo y yo no quería desairar a nadie, pero a mí me apetecía estar tranquilo, quería irme a cenar y relajarme”.

-Triunfos así se celebran a lo grande, parece obligado.

-Era una sensación un poco rara. Quizás era la consecuencia de las sensaciones tan fuertes que había experimentado en la plaza. Me pasó también cuando salí en hombros de la plaza de Madrid. Parece que tras éxitos así hay que celebrarlo a lo grande como dices pero no me apetecía, en este caso quería volver a Madrid y seguir entrenando, seguir con los hábitos diarios.

-Te acabas de cargar un mito, las celebraciones toreras a lo grande los días grandes.

-Es que no creo que haya que hacerlo por norma. A mí a veces después de una tarde de poca fortuna me apetece salir a celebrarlo con los amigos porque han pasado cosas que seguramente el público no ha apreciado y a mí me incitan a celebrarlo. Después de lo del domingo a lo mejor un día me reúno con mis amigos y nos damos una buena comida.

“Cuando llegué al hotel quería tranquilidad. A medianoche cenamos en el Horno de los Borrachos, que me trae buenos recuerdos”

Habrán entendido los lectores que no hubo fiesta ni cena muy especial. Esta vez, tras atender a los amigos y admiradores, ya con las manecillas del reloj habiendo superado la media noche salió con los más próximos a reponer fuerzas y no encontraron ningún restaurante donde les pudiesen atender. Román recurrió a los viejos tiempos y propuso ir a Ruzafa, al Horno de los Borrachos, un sitio donde asegura que pasó buenos momentos en su época de joven más suelto. Pidieron pizzas, napolitanas… (riquísimas, me asegura) en realidad nada que supusiese régimen alguno ni se pareciese a un menú de los que se supone que pedirían las grandes figuras en tarde de gloria. Lo comentas y todos coinciden en que son las cosas de Román.

EL VIEJO VESTIDO

El torero lució esa tarde un vestido, los clásicos le denominan vestido y no traje, un vestido pues, verde espuma de mar con las morillas en negro con mucha historia detrás. El día de su estreno queda muy atrás, pero algo, seguramente un sentido personal del no despilfarro, digámoslo así, hizo que Román fuese al sastre y pidiese que se lo arreglase, un apaño que se dice, lo sanearon, le cambiaron el punto, también las moritas, que son los adornos que rematan las hombreras y los alamares que pasaron de ser blancas a negras y adelante, como nuevo o no tanto.

-Es un vestido al que le tengo mucho cariño. Ahora me lo he puesto tres tardes seguidas. En Valencia, en Pamplona y en Vic-Fezensac.

-¡En Vic, el día de la cornada!… Yo no me lo hubiese puesto más, muchos compañeros tuyos tampoco.

-Yo siempre que me han pegado una cornada en la siguiente corrida me he vuelto a poner el mismo vestido. No soy supersticioso en eso.

Román y Escondido, de Santiago Domecq, dos bravos frente a frente. Foto: Antonio Vigueras

-¿Habías soñado algo así? Al éxito me refiero.

-Un indulto como tal no, pero sí había soñado que un día tendría una actuación rotunda en Valencia, que sería como dar un golpe encima de la mesa que me proporcionaría el sitio y el reconocimiento que busco. Ya pudo ser en Madrid este año donde pude cortar tres orejas y no acabó de ser. ¿Sabes lo que siento?…

-¿Qué?

-Que esto es la recompensa a todo el trabajo del pasado invierno. Siempre digo que la tarde de los seis toros de las pasadas Fallas marca un antes y un después pero no por lo sucedido en la plaza, que también, aquella no fue una tarde fácil, al contrario, y aun así la superé con éxito, me refiero al trabajo previo de todo ese invierno. Yo creo mucho en que cuando uno se esfuerza y trabaja de verdad y lo da todo, las cosas acaban saliendo. Tarde o temprano, costará más o costará menos, pero salen.

-¿Significa que hasta este invierno no te habías esforzado?

-Bueno… No es que no entrenase, pero no estaba tan metido como ahora, tan concienciado. La vida es un poco así, de repente pasa algo en tu vida que te hace ver que las cosas no son como las ves. En mi caso ha sido el compromiso que asumí con los seis toros de Fallas. Exigía un esfuerzo especial y me enganchó. Se ha visto que es como te digo.

EL TORO CAPITÁN

-Volvamos a la Feria de Julio. Tu primera faena seguramente sea la mejor que has hecho en Valencia, en la que mejor toreaste.

-Yo también lo creo. Y estoy muy orgulloso porque además fui capaz de darle la vuelta al ambiente que estaba muy a la contra porque el toro había blandeado. Fíjate que cuando iba a comenzar la faena alguien me gritó desde el tendido: ¡Román, no nos hagas perder el tiempo! y seguidamente ser capaz de despertar aquellos oles tan rotundos me hace sentir muy orgulloso de mí mismo.

-Ese toro, Capitán, fue muy bueno, me gustó mucho.

-A mí también. Desde el principio. Tuve fe en él, ante aquel ambiente adverso hubiese podido tirarlo a tierra y lo hubiesen devuelto, pero le vi algo que me gustaba y aposté por él. El toro me correspondió, sacó su clase. La pena fue pincharlo con la espada, le hubiese cortado las orejas o eso creo.

-¿Qué te convenció del toro, qué le viste, la mirada, los movimientos…?

-La expresión de su cara, su mirada, también los movimientos, la nobleza con la que había obedecido cuando lo saqué del caballo… son sensaciones que te llegan. Pasa como con los perros, que a mí me gustan mucho, unos te ganan y otros no te transmiten buenas vibraciones.

“El vestido, verde espuma de mar, está arreglado y es el mismo que llevaba la tarde de la cornada en Vic-Fezensac, no soy supersticioso”

-Luego te encontraste con Escondido, el gran toro que debe marcar tu carrera y tu vida.

-Desde el primer momento supe que lo iba a indultar.

-¿Cómo puede ser eso?

-Es verdad. Comencé a torearlo por abajo porque sabía lo bravo que era y debía imponerme para evitar que me pudiese. Esa era la clave. Y que no me enganchase la muleta porque un toro tan fiero te podía desbordar. Date cuenta de que las tandas eran de siete y ocho muletazos y muy por abajo.

-¿Sentiste en algún momento que te podía ganar el pulso?

-En ningún momento. Por el lado izquierdo embestía más por dentro, pero ni por ese lado sentí que me estuviese dominando él a mí. Siempre mantuve mi seguridad.

-¿Cómo escuchabas, cómo sentías el acompañamiento del público?

-Desde la primera tanda vi a la gente completamente entregada, estaba como enloquecida y eso me empujaba todavía más. Y en todo momento quise que el toro demostrase lo que llevaba dentro, fui generoso con él, sabía que su éxito sería el mío. Le daba distancia, tiempo, no le atosigaba y todo crecía.

-¿No tendrás duda de que fuese de indulto?

-Ninguna. Si cuando me fui a por la espada llevaría cien muletazos y aguantaba la pelea.

“Un aficionado me gritó: ¡Román, no nos hagas perder el tiempo! pero luego fui capaz de despertar aquellos oles tan rotundos. Eso me hace sentir muy orgulloso”

-¿Creíste que el presidente podía negar el indulto?

-No.

-A este no lo pinchaste.

Afortunadamente.

-¿Qué puede significar en contratos este éxito?

-No me preocupa ahora mismo eso. Torearé sobre treinta corridas y en todas quiero dar mi máximo nivel para ir posicionándome donde quiero estar. Ese es mi objetivo.

-Después de esto se supone que en Fallas te dejarán sentarte como se suele decir en la mesa de los ricos, en los carteles de las figuras los días importantes.

-No pienso en Fallas. Pienso en los próximos días donde toreo en Huesca, en Dax…

-¿Volverás a ver a Escondido?

-En cuanto pueda. Le deseo lo mejor, que padree muchos años. ¡Ah! Dale la enhorabuena al ganadero.

-Hecho.

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Román: “Desde el primer momento supe que lo iba a indultar”

José Luis Benlloch

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