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Diez años para cumplir un sueño

Para todos los toreros, el trayecto hacia la alternativa no es siempre un camino de rosas. Si además tienes 13 años, eres francés de nacimiento y piensas hacerte torero, este sueño significa simplemente estar loco.

Esa locura, Christian Montcouquiol la vivió siguiendo a distancia la aventura que intentaron su hermano Alain, siete años mayor, y Bernard Dombs, que no era aún el Simón Casas que todo el mundo taurino conoce desde hace décadas. Toda esa aventura la contó magníficamente Alain Montcouquiol en su libro “Cúbrelo de luces” (Zoela ediciones -Granada-. Traducción al español por Wenceslao Carlos Lozano).

Gracias al camino que le abrieron Simón Casas, su hermano Alain, el primer Nimeño, y otros como Roberto Piles, Jaquito o Frederic Pascal, Christian Montcouquiol “Nimeño II” pudo llegar a convertirse en matador de toros y llegar a ser la primera gran figura internacional francesa sin negar ni olvidar la trayectoria internacional muy correcta de Pierre Boudin, Pouly III en los carteles.

Un día de marzo de 1967 comenzó a escribirse la leyenda de Nimeño II. Ese día dio sus primeros pases en la placita de Tarascon

Todo empezó casi por casualidad para Christian. Fue un día de marzo de 1967 en la placita de Tarascon, precisamente ciudad de nacimiento de Pouly III. Ese día, a sus 13 años de edad, aquel niño que se anunciaba solamente Christian en los carteles toreó por primera vez en público. Con su compañero Chinito, empezaron a labrarse su camino. Ambos se iban de finca en finca por la Camarga cada vez que podían para presenciar los herraderos y cuando las vacas ya estaban herradas y en libertad, intentaban dar algunos pases. Poco a poco iba trazando su ruta.

En 1969 en Saint-Gilles, Christian Montcouquiol mató su primer novillo en compañía de Chinito. Cortó dos orejas y salió por la puerta grande con su amigo/compañero. Hasta el año 1972, Christian y Chinito torearon juntos muchas novilladas sin picadores. Pero todavía no se había producido el ansiado despegue. Por eso Christian, casi desesperado, y “hasta las narices” (Aplausos n° 2062 del 3 de abril de 2017), como confesó más tarde, se tiró de espontáneo a un toro de José María Manzanares en Arles el 3 de abril de 1972. Algunos meses después de este episodio, por fin despegó.

Junto a su amigo Chinito recorrió las fincas camarguesas en busca de una ocasión para torear, hasta que en 1972 saltó de espontáneo en Arles. Ahí empezó a cambiar su suerte

Novilladas sin picadores triunfales y algunas novilladas con picadores hasta ese 17 de mayo de 1975 que marcó el zarpazo real de Nimeño II en una novillada nocturna de Nimes. Se considera como el debut oficial con picadores. Este triunfo le abrió una vía para torear casi veinte novilladas y le valió también para ser apoderado por uno de los más grandes en la historia de la tauromaquia: Manolo Chopera. En 1976 fue declarado triunfador del Trofeo de Radio Nacional. En 1977 triunfó en Valencia, Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Bilbao y Madrid, abriendo la Puerta Grande de la calle de Alcalá veinte días antes de tomar la alternativa.

En 1977, diez años después de su debut en público, llegó su gran día, en su plaza, llena hasta la bandera, y con dos figurones

Cuando apareció en el ruedo, entre Teruel y Manzanares, estalló una enorme ovación. A Christian se le llenaron los ojos de lágrimas

Tuvo que esperar diez años para que llegara este momento tan soñado. ¡Pero qué momento! El pueblo de Nimes llenó la plaza para acompañar a su torero en tan importante y emocionante cita. Vestido de verde botella y oro, podía por fin realizar un primer sueño: hacer el paseíllo entre dos figurones para una alternativa de postín. En su libro, Alain cuenta los instantes más importantes de esa gran cita: “Cuando apareció en el ruedo, entre Teruel y Manzanares, estalló una formidable ovación, y a Christian le conmovió todo el amor que había en esta acogida. A pesar de sus esfuerzos por disimular, se le llenaron los ojos de lágrimas”. Lástima que los toros no ayudaron al nuevo matador, que, sin embargo, pudo cortar dos orejas. La larga aventura de Nimeño II, octavo matador de toros francés, acababa de empezar. Dos días después se presentó como matador en España, precisamente en Barcelona. Ese día un toro negro astifino le surcaría el muslo, dejándole una cicatriz indeleble.

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Diez años para cumplir un sueño

Rolland Agnel

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