El campo charro comienza a otoñar. Las lluvias de octubre han dado el empujón necesario a la hierba que asoma vigorosa para apoderarse del secano. El mercurio ha caído de golpe y toca sacar del armario la pelliza o el chambergo, como suelen llamar los charros al abrigo. Ha llegado tarde la otoñada en Salamanca, pero lo ha hecho con fuerza. Está el campo para retratarlo, sobre todo esta emblemática finca salmantina, Traguntía, que perteneció a Santiago Martín “El Viti”, situada a la misma vera de Vitigudino y que Domingo Hernández adquirió al maestro para emprender su sueño ganadero. Seguramente con las mismas ilusiones con las que lo han hecho ahora su hija Conchita y sus nietos Marcos y Dodi.
Fue precisamente en esta misma época en la que el otoño llamaba a la puerta, en octubre de 2020, cuando los hijos de Domingo -fallecido en febrero de 2018- decidieron emprender caminos separados en la ganadería, que se dividió en dos partes iguales, una para Justo, que se quedó con el hierro de Garcigrande, y otra para su hermana Conchita junto al hierro de Domingo Hernández. Los hijos de ésta, Marcos y Dodi, matador de toros uno y novillero el otro, decidieron independizarse de su tío Justo y andar su camino, tomar sus propias decisiones asumiendo que podían equivocarse o acertar, que de eso se trata también lo de ser ganadero. Las sensaciones de ilusión cuando se inicia un proyecto tan apasionante se mezclaron con otras de miedos e incertidumbres. En aquel momento la pandemia no invitaba al optimismo y planteaba un escenario poco halagüeño. A todo ello se sumaba la bisoñez de los jóvenes ganaderos, que, aunque mamaron el campo desde chicos, estuvieron en un segundo plano y nunca llegaron a coger las riendas de manera tan directa en la gestión, con todo lo que ello conlleva. Admiten que fue “muy duro”.
“El sueño de cualquier ganadero es estar en las grandes ferias y que las figuras maten tus corridas, ahí es donde estaba esta ganadería cuando la cogimos y queremos seguir ese camino”
Dodi, el pequeño, fue quien asumió todas las responsabilidades, pues Marcos, que acababa de tomar la alternativa en la feria de la Vendimia de Nimes de aquel 2020, estaba centrado en abrirse paso en el escalafón superior. Ahora su prioridad es otra: la ganadería. “He dejado aparcada mi carrera como matador de toros. El año pasado maté en septiembre mi última corrida y este año ni he hecho temporada ni me he preparado. No me he planteado volver, porque la ganadería necesita una dedicación absoluta y compaginarla con la vida de torero es imposible, y más cuando hablamos de unas dimensiones ganaderas como las que, gracias a dios, tiene mi madre ahora mismo. Con tanto volumen de corridas de toros es imposible tener la mente en otra cosa ni mucho menos plantearte una temporada como matador de toros”, confiesa Marcos Pérez sin ningún resquemor por haber dejado aparcada su vocación, convencido de que la ganadería es ahora mismo el gran proyecto de su vida.
“Con el capote se intuyen y se ven muchos toros, el secreto es conocer la ganadería más de cerca. Es muy capotera”
Está volcado de lleno, tanto que se ha ido a vivir a Traguntía, junto a su madre. “Sinceramente, creo que no encontraría otro lugar en el mundo donde ser más feliz que en el campo. Vivir aquí a diario no es algo que esté hecho para todo el mundo, hay que tener una afición desmedida para dedicarse a la ganadería en el siglo XXI, pero yo me siento un privilegiado por poder trabajar y vivir en el campo todo el año”. Marcos ha asumido muchas más responsabilidades en la ganadería, mientras que Dodi, sin apartarse del todo, está más pendiente, junto al mayoral Ángel, de la otra finca, Juarros, donde pastan los erales y los novillos, en los mismos predios donde sueña con revitalizar dos encastes clásicos del campo charro: Vega Villar y Santa Coloma, a través del hierro Vega de Algodor, que estaba sin actividad y que ha adquirido a la familia. La opinión de Dodi sigue contando y asiste a todos los tentaderos, con voz y voto. “Mi hermano y yo coincidimos muchísimo en lo que buscamos en la ganadería, los gustos son parecidos y tenemos un mismo concepto, aunque él es un poco más permisivo que yo en la selección”, matiza Marcos.
No está siendo una tarea fácil. Tener en sus manos una de las mejores ganaderías del momento no es seguro de éxito. Para nada. La continuidad de ese gran momento en un futuro depende del trabajo que se haga ahora en el presente. La responsabilidad es máxima. “Venimos del trabajo de atrás, que era muy bueno. Nos hemos encontrado una ganadería que está arriba y hacemos todo lo posible por mantenerla ahí, incluso por ascenderla todavía más. El sueño de cualquier ganadero es estar en las grandes ferias y que las figuras maten tus corridas, ahí es donde estaba esta ganadería cuando la cogimos y desde el minuto uno quisimos mantener ese camino”. Un camino que costó encauzar desde que adquirieron su parte. “Tuvimos muchísimos errores, pero poco a poco le fuimos cogiendo el aire para poder entrar, sobre todo desde el año pasado, en las principales ferias y que los toreros siguieran teniendo confianza en nosotros. Tengo que decir que los toreros, desde el momento en que se partió la ganadería, nos han ayudado todos”.
“Tenemos fama de comercial y precisamente fácil no es este toro, por eso las figuras marcan diferencias”
Han contado con la ventaja de conocer muy bien la ganadería. Ambos hermanos han crecido con ella como aficionados y también como toreros. “Conocíamos genéticas, familias, maneras de embestir. Yo soy torero, he toreado muchos animales de casa al igual que mi hermano, que ha sido novillero, y sabíamos lo que había”. Ser torero le ha ayudado para afrontar determinados problemas en la ganadería, pero Marcos, ahora que conoce las dos facetas, explica que las perspectivas son totalmente diferentes: “Cuando te pones delante lo ves de una manera muy distinta a cuando lo ves como ganadero. Ves el mismo toro, pero sacas virtudes o defectos totalmente diferentes. Ser matador de toros ayuda, de hecho yo creo que todos los grandes ganaderos se han puesto delante para sentir la embestida en sus manos y saber dónde querían llegar”. Eso sí, la responsabilidad es distinta. Pese a lo que se pueda pensar, Marcos admite que siendo ganadero, “se pasa mucho peor por esa incertidumbre de no saber lo que van a hacer tus toros. Cuando eres torero, la situación depende un poco más de ti”.
EN BUSCA DE FLORENTINO
En estos cuatro años de la nueva andadura ganadera, muchos han sido los toros que han dado motivo a Conchita y sus hijos para seguir adelante. Por quedarnos solo con unos pocos, cabe citar a Ligerito, al que Morante le cortó el rabo en Sevilla, y este año dos sobresalientes: Veraniego, al que Borja Jiménez le realizó un faenón en Albacete, y Florentino, con el que Juan Ortega sublimó el toreo en Sevilla y le cortó las dos orejas. Florentino es el toro que más se acerca a lo que se busca en esta ganadería. Juan Ortega lo toreó con suma despaciosidad, muy reunido y con un temple prodigioso. Para que surja una tauromaquia así, hace falta un toro como Florentino.
“Me enamoró la flexibilidad, su manera de empujar, el ritmo, la velocidad y lo constante que fue el toro, la manera de colocarse, de enterrarse en el suelo, su gatear… fueron muchas virtudes. Me pesa hablar de un toro mío, no me gusta, pero es que éste tuvo muchas virtudes que seguramente nos van a costar encontrar en otros. El toro de hoy día se tiene que mover, pero debe hacerlo de la manera que requiere el toreo actual y reunir muchas virtudes como la colocación, el ritmo, la profundidad, la constancia… Cuando un torero tiene que torear despacio, debe haber un toro que embista despacio y aquello llega a todos”. Lograr que los toros embistan despacio sin caer en ese animal mortecino y afligido que tanto desespera al público, solo está al alcance de mentes privilegiadas en la crianza del bravo. Según Marcos, a esta característica se llega a través del ritmo y la colocación de la cara. “Si un toro no humilla ni se coloca por abajo, es imposible que embista despacio porque cogería velocidad por la inercia. Y si no tiene ritmo, tampoco puede ser constante. También debe tener una muy buena preparación física para llegar donde tiene que llegar y para poder sacar lo que lleva dentro”.
“Una vez escuché decir a una figura que nuestro toro tenías que verlo por encima de lo que te enseñaba, que hay que intuir condiciones en el toro que no te las muestra”
Que sea una ganadería buena y demandada por las figuras no significa que sea una ganadería fácil. Cada vez más, el aficionado comprende que es un toro complejo, para buenos toreros, en el que hay que rebuscar en su fondo ese tesoro que tiene escondido. Ahondamos en ese aspecto con el ganadero. “Tenemos fama de toro comercial y precisamente fácil no es este toro, lo puedo decir yo que me he puesto delante de ellos muchas veces. El toro bueno de esta ganadería es muy difícil, por eso las figuras marcan diferencias con esta ganadería. No permite errores, es muy exigente. Una vez escuché decir a una figura que el toro de Domingo Hernández tenías que verlo por encima de lo que te enseñaba, eso significa que hay que intuir condiciones en el toro que al principio no te las muestra, ese es el secreto de la ganadería.
El factor sorpresa ayuda mucho, es decir, nuestro toro llega a la muleta y sorprende a mucha gente”. Sorprende porque es un toro que no se define en los primeros tercios, o al menos no de una manera evidente. “Sí, es verdad, hemos tenido fama de tener toros inciertos en los primeros tercios, de ser un poco informales y que dan guerra para picarlos y banderillearlos, pero es verdad también que con el capote se intuyen y se ven muchos toros, el secreto es conocer la ganadería más de cerca. En el capote, sus embestidas tienen mucha curva, te redondean… hay que conocer mucho esta embestida, si no, llegas a pasar un trago importante. Si se conoce la ganadería, los toreros son capaces de hacer cosas extraordinarias con ellos. Sinceramente creo que tenemos una ganadería muy capotera, es decir, hay un porcentaje muy alto de toros que embisten muy bien en el capote y eso es muy difícil”. Recuerden cómo Morante cuajó a Ligerito con el capote.
Es el de Domingo Hernández un toro con personalidad que no solo conquista a las figuras, también al aficionado más exigente. Ese es el camino que le ha llevado estos años a ser una de las ganaderías más importantes de este siglo, una senda por la que también caminan ahora los nietos de aquel Domingo Hernández, unos grandes apasionados del campo y la ganadería. Tienen las armas, la juventud y la ilusión para continuar en la cima y honrar así la memoria de su abuelo. “Él siempre decía que quería una ganadería para figuras y si no, no era ganadero. Nosotros vamos a intentar seguir dándole el gusto a mi abuelo y mantenernos ahí arriba”, concluye Marcos.