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Efectos especiales y efectos esenciales

La segunda de feria en Alicante acabó como suelen acabar las corridas en Alicante, con la puerta grande descerrajada. En esta ocasión lo logró Roca Rey, el joven que viene lanzado, el trueno que no cesa. Lo hizo contra una presidencia desnortada, víctima de ese mal que recorre las plazas de norte a sur. Un virus desconcertante capaz de hacerle frente a una mayoría enfervorizada. Sucedió en el tercero, una oreja y a callar cuando el público pedía dos como locos. Lo de callar fue un decir porque al hombre que sabía más que nadie le dijeron de todo. El mismo hombre que en el toro sexto, cuando el personal comenzaba a desfilar tras dos horas y tres cuartos de festejo, sufrió un ataque de arrepentimiento y sacó, gran sorpresa, el pañuelo que se había guardado en el anterior. Una compensación al menos ridícula y desde luego preocupante. En qué manos está el toreo, dios. En cualquier caso y por encima de semejantes boutades, la corrida tuvo dos protagonistas, el propio Roca y Talavante, el de los efectos especiales ¡y que no falten! y el Talavante de los efectos esenciales que tanta falta hacen.

Atiborrada aparecía la sombra. Se entiende. El cartel lo merecía. Esquelético el sol. Eso son dentelladas de los antis y la crisis. También y sobre todo del calor, y se entiende, lo uno y lo otro, el atasco y la desolación. Hay que ver lo que tira Roca y hay que ver lo que aprieta el lorenzo solar en las vísperas sanjuaneras. Luego en lo artístico la corrida no comenzó hasta el tercero. Porque los toros de Cuvillo, guapos, sin alma ni casta ni fuerza, no colaboraron. Burraco alunarado, bonito y flojón fue el primero. Tan dulzón que la emoción o venía de la parte del torero o no había, y para eso Castella no es el más indicado. Lo despachó de espadazo trasero. Le aplaudieron porque estando de hogueras los aplausos son obligados. El segundo manseó ya de salida. El toro fue un sosaina y Talavante se puso estajanovista. Solo pinceladas sueltas. Poca cosa.

Y salió el tercero. ¡Senyor coheter començe la mascletà! Y vaya si comenzó. No habían picado al colorado, en realidad no lo picaron, y ya estaba ardiendo Alicante. Largas, verónicas, medias, rogerinas, chicuelinas, tafalleras. Alma, alma, alma. Ese es Roca. La faena fue más de lo mismo, alma, querer y frescura. Un pase de pecho redondo fue cumbre. Desde aquí hasta el rompeolas final del hombro contrario. El toro no fue mejor que sus hermanos anteriores. Solo tuvo más suerte. Los efectos especiales finales resonaron hasta en el Benacantil, la felicidad mandaba en la plaza. Estoconazo rotundo, la apoteosis y un presidente inerte. ¡Qué cosas! No era feliz. En las dos vueltas al ruedo que dio el peruano llovieron flores e improperios. Dos locos si me aceptan la licencia, en el ruedo y en el palco.

El cuarto no mejoró a los primeros y Castella tampoco. En el quinto ya fue distinto y Talavante fue Talavante, el de los efectos esenciales, el del toreo bueno, de pausa y mando. Lo recibió con dos faroles de pie. Para confirmar que el tío es distinto. Luego la faena tuvo fundamento sobre todo al natural. Eso sí es una izquierda. Serena, auténtica, como pausa y verdad, con algún toque populista, tenía su derecho y hasta lo demandaba el auditorio, pero lo esencial y lo puro mandó sobre todo. Pinchó y cortó una oreja. El presidente lo entendió. ¡Qué maravilla!

Al sexto lo devolvieron con retardo. No mejoramos mucho con el sobrero cornicorto y sosaina. Roca le atacó por lo civil y por lo… especial. El presidente se acordó del lío del tercero y sacó su pañuelo por sorpresa. Dos horas y cuarenta y cinco minutos después se abría la puerta grande. Respiramos. Esto es Alicante.

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Efectos especiales y efectos esenciales

José Luis Benlloch

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