Antonio Bienvenida, como tantos otros toreros, se había retirado de los ruedos brillantemente en Madrid el 16 de octubre de 1966. Cinco años después volvió a los ruedos para culminar su última etapa, sin rehuir a plazas como Las Ventas, con actuaciones memorables como el estoquear y triunfar con victorinos en plena Feria de San Isidro de 1972. Ya avanzada la temporada de 1974, y tras la pérdida de su madre, quien siempre le pidió que se retirara definitivamente, llegó la fecha del 5 de octubre.
Ese día, anunciado en la plaza de Vistalegre (Madrid), se acarteló junto a Curro Romero y Rafael de Paula en la lidia de toros de Fermín Bohórquez. Para ese día, pidió el capote negro, bordado en azabache y mostacilla, que fue de Joselito y se lo colocó sobre el terno grana y oro, sin decir a nadie que era la última vez que se iba a vestir de torero. Brindó su último toro –Ventanero, de Fermín Bohórquez– a su hermano y apoderado Ángel Luis: “Te brindo este toro porque es el último que mataré en mi vida. Te doy mi palabra de honor que no te haré sufrir más”, y ambos se abrazaron con emocionado cariño. El destino no le permitió cumplir su palabra, pues Ángel Luis tendría que sufrir mucho más, justamente cuando un año exacto después se produjo el fatal accidente en el tentadero de la finca de Amelia Pérez-Tabernero que pondría fin a su vida.
Actuó en 775 corridas de toros y se habla de cerca de 500 festivales benéficos a lo largo de su carrera.
En esa misma corrida, Rafael de Paula cuajó la que quizá es para muchos la mejor faena de su vida. Fue de tal magnitud, que aquella faena inspiró el libro de José Bergamín, “La música callada del toreo”. Fue al toro Barbudo, un bello y noble animal de Fermín Bohórquez con el que el jerezano deslumbró a los presentes con una obra cargada de duende, magia y sentimiento; una labor que, a pesar del paso del tiempo, permanece indeleble en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de presenciarla.
Pérez Mateos escribió en la crónica de ABC: “Paula lleva el capote muy recogido y se lo ofrece, como una dádiva, a su enemigo, que se embelesa y sigue al alado engaño en cuatro verónicas. Un clamor. Barbudo toma una vara. Paula se dispone a hacer el quite. Un silencio caustral. Dos verónicas y una media. Otro clamor. Verónicas estas de Paula que levantan a la gente del asiento”.
La crónica continúa: “Paula inicia la faena de muleta: unos ayudados por alto en los que Barbudo pasa obediente ante el muletero. La plaza continúa siendo un clamor. Redondos, naturales…la música deja de oírse para dar paso a las notas de acompañar una faena. Olés, olés y olés siguen cada pase del torero, que embruja con su arte, que hechiza. Paula mata de una media tras pinchar en dos ocasiones y corta las dos orejas”.
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