Lo de Ponce sigue siendo un ejemplo y un milagro. Sí, pasan los años, pero para bien. Para bien suyo y de la Fiesta. Está con más solera, más sabor, más talento, más valor, más ambición y más felicidad que nunca. Y hay dos cosas que debemos de agradecerle. Una: que su currículum se llena de toros de todas las ganaderías, incluso ahora. En Albacete declinaron dar la corrida de Samuel Flores porque en los últimos años salía más mala que la tiña. Y nadie quería matarla. Enterado Ponce, echó la pata p´alante y dijo: “La mato yo y el que quiera apuntarse”. A Ponce le caben muchos encastes en su carrera, la del inicio, la de la consagración, la de la madurez y esta cuarta que debe titularse la del “magisterio”. Y ha borrado a sus críticos y a los que con razón también le acusaron a veces de cierto ventajismo o superficialidad delante del toro. Ahora ya no. Ahora el consenso es general. El que nunca alcanzarán los políticos. Ahora, olé por ellos, hasta el 7 de Madrid le aplaude puesto en pie.
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