La Fiesta Brava necesita una labor didáctica para adecuar el gusto de aficionados y espectadores a la realidad del toreo. De lo contrario corremos el peligro de dividirlo en dos mitades. Con lo cual tendríamos dos conceptos diferenciados. Uno para los que prefieren la lucha a brazo partido entre el hombre y la fiera, una especie de circo romano en el que los toreros son una suerte de gladiadores, y otro para quienes sienten la Fiesta como un arte y disfrutan con la personal impronta de los artistas, capaces de crear belleza lidiando un toro con bravura, nobleza, movilidad y duración.