Solo lo habitual es indudable. No se cuestiona. No ponemos en duda el paisaje habitual de todos los días de nuestra vida. Lo que habita en las fronteras de la normalidad es lo que se acepta. Tanto es así que hoy en España se prima la mentira de tanto hacerla habitual. Mentir en política, por ejemplo, es ya un habitual dentro de la normalidad. La corrupción ha sido otro paisaje habitual que llegó a ser aceptado. De tal forma, aunque parezca inverosímil, que mentira y robo habituales ya no escandalizan sino que han entrado en la habitualidad de lo moral peninsular.
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