Vaya mes de noviembre que llevamos. Hace unos días nos dejo Abelardo Vergara. Ahora te ha tocado a ti, Pepe. Dan ganas de acostarse y no levantarse hasta que el aire huela a flores de mayo.
Vaya mes de noviembre que llevamos. Hace unos días nos dejo Abelardo Vergara. Ahora te ha tocado a ti, Pepe. Dan ganas de acostarse y no levantarse hasta que el aire huela a flores de mayo. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”, dijo el poeta, pero los que de verdad nos quedamos solos somos los vivos. Mi agenda tiene ya tantas cruces que miedo me da mirarla. José Montero “Minuto”, Félix Morales y Paquito Lorca eran los nombres de aquel cartel ilustrado con un estatuario de Carlos Arruza, para la plaza de toros de Albacete el día tres de agosto de 1952. Los tres “debutantes en esta plaza”, con novillos de Eugenio Ortega de Añover del Tajo, una corridita de toros para más señas, ¡bendita ignorancia! La plaza se llenó hasta la bandera. Dicen que para ver a aquel Paquito Lorca cuyo nombre había sonado todo el invierno en las emisoras. Pero quien toreó fuiste tú, Pepe, que eras el único que tenía los conocimientos suficientes para salir airoso del trance. A Félix Morales le apuñaló un muslo su primer novillo y la cosa quedó en un mano a mano. El tal Lorca anduvo toda la tarde en el aire en los tres que mató, eso sí haciéndoles sufrir mucho antes de doblar.
Aquella tarde sudamos la camiseta juntos. Porque aquel Paquito Lorca era quien esto firma (tú ya lo sabías Pepe) y mi ingenuidad llegó al punto de vestirme de luces sin haber toreado una simple becerra ni apenas tenido un capote ni una muleta en las manos. La noche antes de la novillada recuerdo que fuimos a ver a tu hermano Juan, que estaba en la cama convaleciente de la voltereta que le propino un novillo en La Monumental de Barcelona (el ya toreaba con picadores), que le había originado una fisura de cervicales y andaba el hombre muy dolido. Nos trató de locos y de ignorantes, ¡qué razón tenía en lo que a mí se refiere! Y nos dijo: “Mirad cómo me tiene a mí un novillo mucho más pequeño que los que vosotros vais a torear mañana!
Ahora tú has hecho ya tu último paseíllo, ese que hacemos todos un día u otro en solitario. Que Dios quiera acogerte a su lado, como sin duda estará tu hermano Juan, que vivió y murió siendo un hombre bueno.
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El último paseíllo
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