El fin de semana se embroncó como no se esperaba. O peor aún, se ensangrentó. En Zaragoza, un día apalizan a un rejoneador y le matan su cabalgadura -cómo estará ese Álvaro Montes para no ir a Sevilla-, el siguiente un toro le revienta el muslo a un banderillero -y aún debe dar gracias Javier Rodríguez de que la cosa no fuese peor- y en la madrugada del domingo los teletipos traen la mala nueva de que un toro le ha pegado un cornalón a José Tomás en Aguascalientes que a punto ha estado de desangrarse camino de la enfermería.
El fin de semana se embroncó como no se esperaba. O peor aún, se ensangrentó. En Zaragoza, un día apalizan a un rejoneador y le matan su cabalgadura -cómo estará ese Álvaro Montes para no ir a Sevilla-, el siguiente un toro le revienta el muslo a un banderillero -y aún debe dar gracias Javier Rodríguez de que la cosa no fuese peor- y en la madrugada del domingo los teletipos traen la mala nueva de que un toro le ha pegado un cornalón a José Tomás en Aguascalientes que a punto ha estado de desangrarse camino de la enfermería.
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