El torero salmantino mató por primera vez seis toros en solitario, cortando tres orejas y saliendo en hombros. Ocurrió el viernes 17 de junio de 1988, en la corrida de Beneficencia organizada por la Diputación Provincial a beneficio de la Cruz Roja.
Abrió la puerta grande Julio Robles el día en que se encerró por primera vez en su vida en solitario con seis toros. En esta ocasión, los seis pertenecieron a la ganadería de Gabriel Rojas. Cortó tres orejas el diestro charro, destacando sobre todo la faena al sexto, que puso un broche apoteósico a la tarde. La crónica de Luis García publicada en APLAUSOS, narraba así aquella tarde: Julio Robles, con su sobrada profesionalidad y calidad torera más que consolidada a lo largo de su historial, pienso que se preocupó mucho (era lógico, pensando en sus polémicos y “traidores” abductores), de no forzar la máquina hasta bien pasado el ecuador de la corrida. Derrochó buen gusto y exquisitas maneras manejando el capote toda la tarde, cuando el viento no molestó y los toros se dejaron. El cuarto no ayudó y en el tercero el viento apretó mucho. Un puyazo muy bajo lesionño mucho al bonito toro primero, que era un ideal aperitivo. La faena de muleta fue técnicamente buena, pero tuvo que ir a menos, como la vida del toro. También fue buena la faena de muleta del segundo, con preferencia derechista, y varios naturales muy buenos, pero todo ello realizado sin “enfadarse” y conectando poco con el personal. Apretó, hasta en buen gusto, toreando al tercero y vio la respuesta del público al concederle la oreja. Fue meritoria la faena de muleta del cuarto, el toro menos grato del encierro. Robles puso en este toro su buena técnica, en una faena de menos a más, con preferencia sobre la mano izquierda. El quinto esta de los cuartos traseros “frito”, lo mantenía en pie su buena raza, y Julio lo templó y mimó sus embestidas con un toreo precioso, pero el animal no dio para mucho. El buen toro sexto salió suelto y corretón, dando poco margen al lucimiento con el capote. Después de un tercio de banderillas superior de Manolo Ortiz, Robles salió para realizar su faena de muleta, con ganas de redondear una tarde en la que sólo habñian predominado “curvas cerradas y algunos semi-círculos”, pero poca redondez. Aquí el torero, con la tranquilidad de que la comida estaba ya terminada, se entregó, y el público hizo lo propio con el torero. La faena fue de principio a fin una gran obra de arte, y cuando la superior estocada dio en la arena con el de Rojas, las orejas y el entusiasmo del público se manifestó a tope, como tenía que ser. ¿Terminó como debió haber empezado? ¿Le faltó quizás el estímulo de un compañero “arreando? Lo importante creo que fue terminar la corrida sin ningún problema físico y con el deber cumplido. A lo mejor otra vez se cortarán más orejas. De todas formas, enhorabuena maestro. Su primera experiencia como matador en solitario no ha sido negativa.
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