Hace cuarenta años, nuestro director José Luis Benlloch, en su sección La Entrevista, charlaba con Antonio Ruiz “Espartaco”, escasos cuatro meses antes del gran despegue de su hijo Juan Antonio como gran figura del toreo en la Feria de Abril de 1985. A continuación reproducimos los fragmentos más interesantes de aquella conversación:
Nació en Espartinas y con apenas doce años apareció en Gómez Cardeña, santuario de Juan Belmonte, donde permaneció cinco años a la vera del Pasmo de Triana, admirándole, sirviéndole y aprendiendo un oficio que debería lanzarle a la fama: “Me presenté a Juan, le caí bien y después de informarse de mi familia me dejó que me quedase. Toreábamos casi todas las mañanas y por la tarde él acosaba a las becerras. Me tuvo como a un hijo”. Asegura que se es torero por dinero, pero hay más cosas: “Yo tenía más hambre que un lagarto y me hice torero. Pero también me satisfacía el dominar el toro, el sentirme… pero yo pensaba mucho en el dinero”.
Cuando Belmonte lo consideró preparado, llamó a sus sobrinos Juanito y Pepe para que lo apoderaran: “Me dieron treinta y seis novilladas en una temporada, en 1961”. El año siguiente le apoderó El Pipo y toreó sesenta y dos novilladas y comenzó su declive que le condujo a una alternativa sin fuerza. “Yo tomé la alternativa también en Huelva (como sus dos hijos) en 1966 con Emilio Oliva y Efraín Girón, con toros de Eloy Giménez. Con la espada siempre fui un pinchaúvas, eso me quitó muchos éxitos. Después de la alternativa toree bastante en Portugal, como allí no se mataban, me iban bien las cosas”, recuerda sonriendo con picardía. Cuando las cosas se tuercen como matador cambia el oro por la plata: “Cuando Juan Antonio se fue con los Lozano a Colombia, como becerrista, fui de banderillero. Luego seguí con él hasta que tomó la alternativa”. Se apresura a expresar su admiración por Pablo Lozano: “Es el mejor apoderado. Por mi hijo hizo cosas muy grandes. Las diferencias surgieron con los otros hermanos”.
Tras repasar su trayectoria, habla de su hijo con la misma sinceridad: “Si él quiere, puede ser un torero muy importante, pero se lo ha de proponer. A pesar del hierro que le han puesto de que no dice nada, torea bien, puede torear muy bien, mejor de lo que la gente cree. Yo creo que este año va a salir de otra forma. A ver si con una persona en el callejón, que encuentre un apoyo moral, rompe”.
“A mí el toro no me asusta, a mí me falló la cabeza. Yo era muy bruto, más que el toro y así no podía ser”.
Insiste a lo largo de la entrevista en que el secreto del toreo está en dejarle la muleta por delante a los toros: “En veinticuatro horas se arregla una vida. Fíjate en Ojeda, su secreto ha sido ese. Desde El Cordobés yo no había visto dejarla y ligar seis seguidos. Ahora cuando han visto a Ojeda, los chavales en los tentaderos comienzan a quedarse en el sitio”. Una de las virtudes que más valora, tras el valor, es la personalidad, que él denomina sello propio: “Ojeda también lo tiene”.
En aquella conversación mostró una admiración total por Juan Belmonte: “Yo le vi torear mucho en esos cinco años en Gómez Cardeña y nunca le vi ponerse de perfil, ni con la muleta retrasada. Esa máxima se me quedó grabada y es lo que le repito yo a todos los chavales”. De pronto parece que rompe su timidez: “Que pongan la muleta por delante y la dejen, verás como el que pegue seis seguidos aumenta el billete y achica el toro. A mí el toro no me asusta, a mí me falló la cabeza. Yo era muy bruto, más que el toro y así no podía ser”.
“En el campo era un gozo ver torear a Juan Belmonte, siempre de frente. Hasta en el pase de pecho se ponía de frente. Luego cogía una becerra a cien por hora y la ponía al ralentí. Ahora dicen que se torea mejor, pero no. Yo no he visto torear mejor a nadie, ni con más arte”
Volvemos a Gómez Cardeña y a ese privilegio que tuvo Espartaco de convivir con Juan: “Recuerdo que un día que no pudo derribar una vaca, se subió al jeep y se fue llorando. Cuando lo tenía que ayudar a subir al caballo o a quitarse los botos, lo sentía mucho y alguna vez se le escapaban las lágrimas. A mí me quería mucho. Recuerdo que me llamaba el Remendao, porque solo tenía unos pantalones y me los arreglaba yo cuando me atrapaba una vaca. Llevaba siempre una pistolita encima y decía: Cualquier día me… y hacía el gesto como diciendo que se pegaría un tiro. Pero lo decía tantas veces que no le hacíamos caso”.
Concluye la entrevista hablando de sus hijos: “Vivo muy feliz, y más cuando veo a Juan Antonio torear bien”. Sueña con darle la alternativa a Espartaquito Chico, aunque es consciente de que tiene mucho camino por delante… pero su sueño está en Huelva, con su cartel con los tres Espartacos.