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Fallece el ganadero Guillermo Marín Pérez-Tabernero a los 77 años

A primera hora del domingo, 12 de enero, llegó la noticia del fallecimiento de Guillermo Marín Pérez-Tabernero, ganadero y veterinario, después de una larga enfermedad que mermó prácticamente su movilidad y supo llevar con la entereza que presidió cada paso de su existencia.

Con él se va un personaje fundamental en la vida ganadera de las dos últimas décadas del pasado siglo y la primera del actual, hasta que la enfermedad comenzó a recluirlo en su casa de El Villar de los Álamos. Un enamorado del toro bravo, de las faenas camperas y de todo lo que encierra la liturgia de la tauromaquia.

Don Guillermo el veterinario, Guille el del Villar o el patillas… da igual cómo se dirigieran a él, porque realmente no necesitaba presentación. No la necesitaba por su inconfundible estampa personalizada en unas patillas semejantes a las que lució su abuelo Fernando Pérez-Tabernero, quien inició el prestigioso linaje y después llevaron otros miembros de su familia, ejemplo de don Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, su tío abuelo; de ahí que Guillermo siempre llevase el pedigrí de la sangre Pérez-Tabernero tan a gala. Y era una bandera de su orgullo, que después lo mantuvo en sus años de ganadero de bravo, un mundo que era parte de su vida y supo cómo alzar la bandera de su grandeza, siempre con el hierro de su madre, doña Mercedes Pérez-Tabernero Montalvo, quien se casó con el doctor Marín, prestigioso cirujano.

Junto a la faceta de ganadero desempeñaba la profesión de veterinario, a la que accedió por vocación y en la que era tan conocido en los pueblos que la ejerció y la disfrutó. Siendo excelente veterinario se sumaba su don para las relaciones públicas, con un exquisito trato a todo el mundo. Esa cercanía la llevaba a gala por ejemplo si acababa de realizar una cesárea de una vaca y al acabar lo invitaban a merendar al calor de la chimenea las viandas de la matanza. Entonces Guillermo era un personaje cercano que se hacía querer. Por eso, esta mañana cuando la noticia de su muerte llegó a los pueblos del Campo Charro en los que ejerció su vocación, un aura de tristeza se hizo presente. Y es que se iba un veterinario, pero por encima de todo un amigo, un confidente… uno de ellos.

Nieto de don Antonio Pérez, el viejo AP, el ganadero de Salamanca que supo abrir las fronteras de esta tierra y contar con unas magníficas relaciones sociales. De hecho, don Antonio, tenía todo el año reservada una habitual en el madrileño hotel Palace, siendo agasajado por la más granada intelectualidad de la época. Sin embargo, la verdadera fuente en la que bebió Guillermo fue en la de su íntimo Juan Mari, hermano de su madre y un charro lígrimo, a quien tanto admiraba y tuvo como modelo. De su tío aprendió la grandeza del mundo ganadero, a honrar el apellido Pérez-Tabernero y a escuchar la sabiduría de su consejos. También él le enseñó la verdad de la tauromaquia, porque Juan Mari fue torero en los años de la posguerra, época en la que alternó numerosas veces con Manolete, Pepe LuisEl Andaluz, El Estudiante… además de haber tomado la alternativa nada menos que de Marcial Lalanda… De esas fuentes supo beber Guillermo, por lo que siempre fue un ejemplar aficionado. Además de muy conocedor de la historia del toreo.

Guillermo Marín, en silla de ruedas, en el homenaje tributado en 2019 por la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia.

Su religión taurina era la vitista, estando siempre muy vinculado al maestro Santiago Martín “El Viti, quien por cierto en su placita de tientas de El Villar de los Álamos toreó la última becerra. Con El Viti siempre mantuvo una cercanía humana. Fiel a la herencia familiar fue también muy bienvenidista, de los Bienvenida, al estar unida por íntima amistad esa saga de toreros con la ganadera de los Pérez-Tabernero; al igual que ocurría con los Miura, quienes a través de varias generaciones siempre han mantenido la íntima amistad.

De ganadero de bravo vivió momentos muy importantes y estuvo cerca de poner su nombre en los carteles a la altura de los antecedentes familiares. También en ese mundo destacó como representante del gremio, dando infinidad de conferencias sobre el toro bravo y su mundo; una de ellas histórica, en un mano a mano en TVE con el viejo Victorino allá por finales de la pasada década de los 80, con Joaquín Jesús Gordillo de maestro de ceremonias.

Se ha ido y sin duda, con su muerte, en el Campo Charro queda una inmensa tristeza, porque era un hombre que, más allá de sus inconfundibles patillas, a nadie dejó indiferente.

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Paco Cañamero

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