En esta mañana otoñal ha fallecido Fidel Rivas, el histórico mayoral de don Atanasio Fernández y una referencia del campo bravo español. A edad avanzada ha emprendido el camino de la eternidad en su casa de Martín de Yeltes (Salamanca).
Fidel siempre llevaba su bandera en la fidelidad a la ganadería. Desde lejos conocía todo e incluso únicamente escuchando el turreo de los toros de saca, después de que cada día, a lomos de su caballo, estuviese pendiente y al tanto de cualquier incidencia.
A sus virtudes se sumaba la personalidad de un hombre serio, riguroso, trabajador, exigente jefe que después sabía corresponder con creces. De espíritu introvertido, sabiendo lo que traían entre manos y ajeno a cualquier barullo. De ahí que fuera una persona que allá donde acudía era recibido con el respeto que supo ganarse, junto a su leyenda de figura de los mayorales en tiempos que la divisa de Atanasio Fernández era la mejor de España, la demandada por las figuras y la acartelada en las mejores ferias. La predilecta de Manolete, de Luis Miguel, de Parrita, de Ordóñez, de Julio Aparicio, de Antoñete, de Pedrés, de Camino, de El Viti, de Palomo Linares, de Amadeo dos Anjos, de Paquirri, de Juan José, del Niño de la Capea, de Julio Robles, de Ortega Cano, de Enrique Ponce… De tantos y tantos toreros.
Fidel Rivas accedió a esa responsabilidad tras la jubilación de Domiciano Pombo, el célebre Domi (suegro de Juan Mari García, leyenda de los picadores). Allí, enseguida, Fidel se hizo con un nombre de prestigio y ya fue otro símbolo de esa casa, con la que viajó por toda España y Francia, para defender esos toros siempre con la honradez y enfrentarse a quien hizo falta para demostrar que él estaba en posesión de la verdad.
Con don Atanasio estuvo, día a día, hasta su fallecimiento, el 8 de septiembre de 1982. Después la divida quedó en manos de Bernabé Fernández y de Gabriel Aguirre, hijo y yerno respectivamente de don Atanasio, hasta que poco después de la muerte de ambos la ganadería desapareció.
En su casa de Martín de Yeltes pasó los últimos años, saliendo cada a montar a caballo hasta que su salud se lo permitió. Sin dejar a nadie indiferente, porque además era una excelente persona, que cuando se sentía a gusto era dueño de una exquisita conversación, siempre al lado de Manuela, su esposa, que fue el perfecto complemento de su vida, quien lo arropó hasta que esta mañana ha fallecido ya ha avanzada edad.