TAL DÍA ESTA SEMANA… 21 DE OCTUBRE DE 1934

Juan Belmonte corta el primer rabo en la plaza de toros de Las Ventas

Alfonso Ávila
lunes 21 de octubre de 2024
El diestro trianero corta los máximos trofeos al toro Desertor, de la ganadería de Carmen de Federico, en la inauguración oficial de la monumental madrileña

En el otoño de 1934 se inauguró oficialmente la plaza de toros monumental de Las Ventas después de la apertura provisional de 1931 y los dos festejos extraordinarios de 1933. La primera efeméride importante del coso la escribió Juan Belmonte al cortar las dos orejas y el rabo del cuarto de la tarde que atendió al nombre de Desertor, de la ganadería de Carmen de Federico. Casi un año después, en el septiembre siguiente, el Pasmo de Triana cortaría un segundo rabo en esta plaza.

Nuestro compañero José Luis Suárez-Guanes escribía en su libro “Madrid – Cátedra del toreo”, lo siguiente: “Belmonte ha vuelto a los toros más seguro, con una mayor firmeza. La sensación de tragedia de sus primeros tiempos se ha amainado notablemente. Su heterodoxia se ha convertido en clasicismo. Su aguante y su cercanía no han variado, pero quedan relegados a un segundo plano por el prodigioso temple”.

Tal y como relataba Alfonso en su crónica en El Liberal: “Pronto Belmonte con las exquisiteces de su arte soberano, demostró el porqué la pasión se mantenía latente. Entre la expectación de todos abrió el capotillo y dibujó cinco o seis verónicas de las que le dieron fama y le hicieron millonario. Cuando puso digno remate a la obra con media verónica, el público se levantó rugiendo en sus localidades. No era la leyenda ni la tradición lo que hacía enloquecer a la multitud de entusiasmo. Era la realidad que se desbordaba. ¡Era Juan Belmonte que estaba toreando!. Y a continuación un tercio de quites admirable de Juan, Marcial y Cagancho. Faena valerosa, a dos dedos de los pitones, exponiéndolo todo, pudo dar algunos pases de su clase, como molinetes y afarolados. Tras estocada en todo lo alto fue premiado con la vuelta al ruedo tras petición de oreja”.

Belmonte guardaba para el cuarto las grandes manifestaciones y el esplendoroso brillar de su arte único. “El bicho, huido, había hecho una mala pelea en varas. Belmonte, solo en el tercio, prendía al manso en los vuelos de su mágica muletilla y le hacía doblar en cuatro ayudados por bajo suaves, templadísimos, sin que la figura del coloso perdiera su escultórico ritmo. Y el bicho ya no se fue. Quedó allí al merced del dominio del maestro. Medio metro de terreno le fue suficiente para realizar la gran obra que su musa inagotable le iba inspirando. Aquella multitud ebria de entusiasmo iba enloqueciendo de jalear al torero. Al cuadrar el toro, Belmonte se dejó ir rectamente tras la espada, recreándose a placer. El animal rodó sin puntilla. La inmensidad de la plaza se cuajó de pañuelos blancos. Dos orejas y rabo. Tras dos vueltas al ruedo, la emoción a Belmonte le ahogaba y lloró. El artista sentía su obra y los otros la admiraban”.

Del resto de la corrida, una verdadera pena que los dos murubeños que correspondieron a Marcial desentonaran el conjunto. Aun así, “Marcial Lalanda ejecutó una gran faena, en la que la inteligencia y el dominio se aunaron y el lidiador se impuso al toro. Con el estoque tuvo peor fortuna que otras veces”.

“Cagancho dio alegría y calor a la fiesta. Hubo dos faenas preciosistas, pero le faltó ligazón, porque el artista las interrumpía para cosechar los aplausos. En su segunda faena cosechó extraordinarios estatuarios. Mató con su admirable estilo, escuchando en ambos ovaciones, perdiendo en su segundo la oreja, que tenía bien conquistada, al tardar en doblar el astado”.

“¿Inauguración de la plaza monumental? ¡Ilusiones! Una plaza muy chica para un torero extraordinario, monumental: ¡Juan Belmonte!”.

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando