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Juli cortó dos orejas y renunció a la Puerta Grande

Envidó Juli, a la mayor, insaciable en su ambición; declinaron los garcigrandes y desfalleció Manzanares. Literalmente. Esa fue la radiografía final de una tarde que bordeó la gloria y acabó con un disgusto monumental pidiendo más toro.

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Envidó Juli, a la mayor, insaciable en su ambición; declinaron los garcigrandes y desfalleció Manzanares. Literalmente. Esa fue la radiografía final de una tarde que bordeó la gloria y acabó con un disgusto monumental pidiendo más toro, para que se enteren los que se tienen que enterar, que el toro sí importa y que por mucho que se predique a día de hoy o salen con más de media tonelada sobre los lomos o no los aguantan. Sobre todo si no embisten. Se vio claramente ayer. Aparecía la tablilla con los malditos cuatrocientos kilos y comenzaba la rechifla sin esperar a comprobar el trapío o a que Juli acabase de dar la vuelta en el quinto después de una faena de tipo bragado y bravo. Así que todas las ilusiones saltaron hechas añicos, pena sobre pena, pena mora en la tarde grande de una feria que necesita como el comer un triunfo grande. O la gente sale ya toreando de la plaza o costará cada día más vuelvan.

Ese tipo de triunfo lo tuvo en la mano Juli. No quiero decir que no triunfase, que dos orejas no son pocas sobre todo teniendo en cuenta el lote que tuvo delante y su actitud en la plaza que fue ejemplar, de las que están por encima de las orejas, pero Juli quería más. Se le apreciaba en su actitud, en su forma de ir al toro, no habían sonado los clarines para que saliese su primero y ya estaba arrodillado en la puerta de chiqueros, se sentía en la forma de desafiar al toro, en su gestualidad, en lo que les consintió a los tres, en lo cerca que se los pasó, en la maestría de sus toques, en el poder de su muleta, si acaso cabe afearle que no matase bien a sus toros o que no impusiese su jerarquía para exigir una corrida de más entidad. En días como el de ayer es lo que corresponde y seguramente, estoy seguro, lo que le daría ventaja sobre el resto de los mortales. No es poco afearle pero una vez en la plaza su actitud fue inmaculada y ejemplar.

A su primero noble y de blando carácter lo amarró a la muleta en una faena que tuvo sus mejores pasajes sobre la zurda. En su segundo subió un grado su voracidad lidiadora y le dio los tiempos justos, impuso su mando, le soltaba la muñeca en el tramo final para amarrarle y tuvo más mérito que brillantez, lo que imponía el toro al que el madrileño le fue disimulando defectos, lo mató mal, otra mala noticia en la tarde y se quedó sin premio.

Y si hubo un momento cumbre en su actuación llegó en el quinto. Calamocheaba el toro, se resistía a seguir las telas, mostraba carácter áspero en su protesta y Juli lo fue sometiendo, desengañando hasta que en un descuido lo enganchó adelante con la muleta en la zurda, tiró de él, muy rastrera la pañosa, hasta allá lejos, más lejos aún y muy despacio donde no perecía que podía ir el toro que cuando quiso arrancarle la muleta ya había desaparecido de su alcance para aparecer de nuevo colocada y abajo y arrancarle otro natural cumbre. Ahora que tanto gusta rescatar momentos puntuales, ese fue un lujo, como lo fue, en otra escuela, el recurso de un molinete de hinojos para rematar un tirón del toro que se quería acular en toriles y las leyes de la tauromaquia de siempre recomendaban sacarle de su terreno. Luego de semejante exhibición, el toro renunció y Juli lo pinchó antes de cobrar una estocada.

José María Manzanares tuvo una tarde de claroscuros. Su primero lo devolvieron por falta de kilos, por falta de trapío y por malandado. Fue premonitorio. Con el sobrero manso y huidizo, se peleó en terreno de toriles logrando pasajes de bella tensión. Lo mató al encuentro y no lo acabaron de valorar. Ahí comenzó a pesarle la tarde. Tuvo un mareo entre barreras, oficialmente un proceso de deshidratación y aún así aun pudo cortar la oreja del cuarto en el que destacó un torerísimo arranque por abajo ganándole terrenos hasta los propios medios y su faena al último no tuvo mayor calado con otro manso entablerado.

O LOS QUINIENTOS O NADA Dicho lo bueno, la tarde tuvo la cruz y calvario de los toros. Lo de los kilos es el gran fracaso de la clase periodística y de los profesionales y se me apuran de los mismísimos aficionados que se hartan, nos hartamos, de predicar que los kilos no importan, que lo que vale es el trapío, que hay que tener en cuenta los encastes y las características de cada ganadería, pero visto lo visto ayer, los kilos son imprescindibles para que comiencen a tomarte en cuenta. Seguramente si la corrida hubiese embestido que no embistió, al menos no embistió bien, si hubiese tenido casta que no la tuvo, si hubiese aguantado la pelea y en este caso la bravura de los toreros, especialmente de Juli que no lo aguantaron, si, si, si… a lo mejor les hubiesen permitido los cuatrocientos y pico reglamentarios, pero eso no sucedió y la puñetera realidad, ayer, es que el personal dijo basta y me parece que vamos a tener quinientos kilos para años, así vengan coquillas, santacolomas o el toro del aguardiente porque bastante excusa va a tener la autoridad para curarse en salud. Quiero decir con ello que lo de ayer no se acaba ayer, que se hincha. Y quiere decir que en el pecado llevan/llevamos la penitencia, tanto apurar los límites, tanto arrimarse a lo tolerable que se va a volver contra ellos.

Por esta vez, como sucedió la víspera, los garcigrandes en los dos hierros de la casa, se parecieron poco al menos en su comportamiento a los garcigrandes que se ganaron no hace tanto el amor y aprecio de las figuras. Mansearon todos de salida, ninguno se dejó torear de capa y a diferencia de todas esas tardes, muchas, que les dieron fama no enmendaron ese comportamiento en el tercio final donde un buen garcigrande en cuanto se quedaba solo con el matador se va arriba y acaba persiguiendo las telas con franqueza. Nada de eso produjo ayer, hubo toros especialmente aquerenciados en tablas como segundo y sexto, toros descompuestos y cabeceantes como el quinto, duraron poco en la actitud de pelea, todos fueron ásperos y carecieron de ritmo en sus embestidas lo que tratándose de semejante casa es noticia, en este caso mala noticia. Todo el mundo lo sentimos, los primeros el público que se había hecho ilusiones, y los toreros que venían arreados, y el empresario que urge de una gran tarde que avale su trabajo y ni qué decir el ganadero que se juega su prestigio y su bolsa pero la cruda realidad fue de las que no se pueden ni se deben disimular. Al final, el mismísimo y aguerrido Juli, desilusionado, renunció a la puerta grande. Tanto esfuerzo, tanta entrega, tanto carácter para tan poco premio. Pena grande.

CRÓNICA PUBLICADA EN EL PERIÓDICO LAS PROVINCIAS EL 27/7/2013

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Juli cortó dos orejas y renunció a la Puerta Grande

José Luis Benlloch

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