Sabido es que el negativismo extremo que practica cierto sector de aficionados forma parte de la naturaleza del toreo y hay que aceptarlo. La pasión desbordada, por muy justificada que esté, siempre ha conllevado la mochila/amiga de un negativismo nostálgico de tiempos pasados que no se puede olvidar también tuvieron sus detractores y aun así… aun así estamos aquí. Hay que escucharlo, aceptarlo y seguir, incluso buscarle su lado positivo en cuanto pueda servir de contrapunto y freno a los abusones y cazadores de fortuna que haberlos haylos. Otra cosa bien distinta, nada que ver, es el activismo feroz y pernicioso de gran parte de administración y la agresividad de los grupúsculos anti, anti toros, anti sistema, anti, anti… ante cuyos derrotes y cornadas quebramos, toreamos, surfeamos y nos afianzamos en busca de la ola buena que llegar llegará. Es más, la tenemos cerca. El toreo siempre ha tenido un carácter cíclico, a grandes épocas le han seguido reconocibles depresiones para volver a despertar y despertando estamos. Hay nombres con capacidad de pellizcar, acongojar, sorprender, emocionar y/o caer bien y de eso se trata. El futuro depende de la ola. Hay que aprovecharla, con la mente abierta, con decisión, otra cosa sería muy arriesgado.