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La pantomima de Valencia

El mano a mano El Juli-Manzanares de Valencia ha sido decepcionante según todas las crónicas. Y no porque El Juli que es uno de los toreros…

El mano a mano El Juli-Manzanares de Valencia ha sido decepcionante según todas las crónicas. Y no porque El Juli que es uno de los toreros mas batalladores de los últimos tiempos ni el alicantino, torero exquisito donde los haya, no hicieran todo lo posible para que fuera un éxito. El desencanto viene de otro lado por mucho que El Juli trate de ignorarlo con esa frase antológica con que ha resumido su paso por la capital de Turia, después de dos años de ausencia, a caballo del cabreo que suscitó el felizmente fenecido G.10. Julián López ha dicho sin inmutarse que su actuación “ha sido encomiable”. ¿Quién va a hablar bien de uno mejor que uno mismo? Pero él sabe bien, porque es más listo que un ardilla, que la cuestión es otra.

La cuestión es que, ahora que parecía que tanto El Juli como los cuatro o seis primeros del escalafón estaban dispuestos a abrirse a las corridas llamadas duras, acartelándose con los gladiadores que las vienen matando desde que el toreo se puso finústico y las figuras crearon un circuito exclusivo en el que no cabe el toro con autentico trapío, fiereza y movilidad, ir a la Feria de Julio de Valencia con una gatada sin presencia y mansa de solemnidad, es casi un insulto al público que paga y a la propia profesión de lidiador de toros bravos. Los chavales que debutan en Madrid, con cuatro o seis novilladas en el cuerpo, se enfrentan a novillos con más cuajo que los Garcichicos que han lidiado El Juli y Manzanares en la plaza de la calle de Xativa. Y eso no es encomiable sino ignominioso, y le hace más daño a la fiesta que las tontunas del mercenario argentino que lleva la bandera de la prohibición.
Una vez más hay que repetir que el enemigo está dentro. Que quienes mas erosionan la Fiesta de los Toros no son sus enemigos sino los que viviendo y enriqueciéndose con ella la toman por el pito del sereno.

Hacerle cucamonas a una corrida como la del viernes 26 de julio de 2013 en Valencia es convertir el toreo en una pantomima. José Gómez “Gallito” echó para atrás la novillada de su presentación en Madrid, cambiándola por una corrida de toros cinqueños de Aleas. Y el hijo de la “señá” Gabriela tenía apenas diecisiete años. Por eso y por otras muchas cosas todavía se habla de Gallito pese a que hace casi un siglo de la tragedia de Talavera. Pero de estos muchachitos, ¿quién hablara cuando se hayan muerto? De viejos por supuesto, como es de desear y ellos hacen todo lo posible por conseguir.

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La pantomima de Valencia

Paco Mora

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