Que la supresión de la suerte de matar en las corridas de toros significa hurtarle al toreo su esencia sacramental, puesto que la estocada es el eje crucial sobre el que giran la vida y la muerte de toro y torero, es innegable. Quizás los antitaurinos sean más listos de lo que nos creíamos, y hayan pensado que a la larga el perjuicio a la Fiesta será mayor erosionando sus cimientos que combatiéndola a cañonazos. Dicen los italianos que piano, piano chi va lontano, algo equivalente al “se hace camino al andar” del poeta. Y resulta evidente que la decisión de celebrar las corridas a la portuguesa, adoptada por los jerarcas ecuatorianos, ha perjudicado a la tradicional feria de Quito, porque a causa de la misma algunos toreros de campanillas han decidido no cruzar el charco para hacer el paseíllo en aquella plaza.
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