Opinión

Los Ortega que en el toro han sido

En este año de restricciones y rarezas ha emergido otro Ortega para la historia del toreo. Lo ha hecho cosido a un capote de seda y sentimiento. Será el cuarto entre los elegidos si las cuentas no me fallan y las predicciones no se van al garete, deriva que se convertiría en pena grande. Está el Ortega pensador que tomó los cosos taurinos como laboratorio social: “el que quiera saber que pasa en España que se asome a una plaza de toros” dicen que dijo y la conclusión de aquel silogismo en una patria alterada y convulsa todavía tiene vigor. Le sucedió otro Ortega, Domingo, no menos pensador, que de labriego pasó a codearse con la intelectualidad, coetáneo del primero con el que llegó a alternar al alimón en las tientas de Navalcaide; el mismo al que ya terrateniente los milicianos sacaron a hombros de la plaza de Valencia en la Fira de Juliol del 36; de este maestro, nacido en Borox, del que los textos hablan de su poderío, tanto que cuando reapareció aseguran que le faltaba toro que domeñar, quienes le disfrutaron cuentan y no acaban de su capote, de su temple y también de su conferencia en el Ateneo y de su agudeza castellana en las tertulias con Sebastián Miranda, Edgar Neville, Cossío, Cañabate, Zuloaga…

Más tarde, en los ochenta llegó el cartagenero Ortega Cano al que el personaje que le correspondió por matrimonio está a punto de devorar su gran dimensión como torero si es que no lo ha engullido ya. Se trata de un torero tremendamente valiente en el sentido más real (nada que ver con el tremendismo) al que los toros le cobraron la gloria y el dinero con una colección de cornadas que le serpentean todo el cuerpo sin que lograsen apearle de su concepto clásico y de su verdad torera. Y ahora aparece este Juan Ortega con carta de naturaleza trianera y el tempo de los grandes artistas. Recomendado inicialmente por Madrid ha salido reforzado de la gran prueba de Sevilla. Ni siquiera el impacto Morante o la gran faena de Urdiales que habitan en sus mismos jardines han difuminado la deslumbrante impresión que dejó entre sus paisanos que hasta ese momento y pese a su trayectoria de años, apenas conocían sus virtudes. Como todos los de su género que tampoco son muchos, necesitará de un tiempo de cocción y hasta de paciente comprensión en las tardes difíciles pero ya demostró que vale la pena esperarle. Tras este 2021 queda colocado para su consolidación definitiva en un momento en el que tras la aplastante hegemonía de diestros lidiadores, de los de ordeno y mando, se valora con ilusión el toreo que emerge de los pulsos aun a costa de aceptar sus irregularidades. Hay casos que lo merecen.

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Los Ortega que en el toro han sido

José Luis Benlloch

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