Daniel Luque fue la luz entre un túnel oscuro y largo de ausencia de bravura. El sevillano firmó lo mejor de una tarde tediosa y gélida, o viceversa. Un frío polar que lo hizo todo más cuesta arriba si cabe. Cortó una oreja tras una notable faena al segundo, el toro de mejor condición de una muy deslucida corrida de Juan Pedro Domecq. Atacó desde el principio, toreó fenomenal con capote y muleta, y si no salió a hombros fue porque armar faena al quinto, segundo de su lote, era directamente un imposible. Del resto de la corrida hubo poco que rescatar, conforme fueron saliendo los toros de Juan Pedro Domecq, uno detrás de otro, se fueron desvaneciendo las ilusiones y disparando el mosqueo del público.
Así que contra los elementos, como suele decirse, en este caso el frío y los toros, lo primero que hizo Luque fue bordar el toreo a la verónica. El sevillano, un capotero excelso, se salió toreando hasta los medios, la verónica cadenciosa y reunida, se durmió en esos lances al segundo. Y no menos categoría tuvieron las dos medias para dejar al toro colocado en el caballo. Tras una brega excelente de Juan Contreras, el prólogo de la faena fue superior con los ayudados por alto barriendo el lomo ligados a un trincherazo monumental y al cambio de mano todavía mejor. Luego la faena mostró la versión de un Luque en plenitud. Capaz y torero a partes iguales, cuajó al buen juampedro -a la postre, el único que se salvó de la quema- sobre ambas manos en una actuación maciza. Toreó con relajo a derechas, rotundo a izquierdas. Los remates de las series tuvieron todas las firmas, el cambio de mano, el trincherazo, el del desdén, la variedad de un torero con infinidad de recursos. Y las luquesinas, suerte de su invención, milimétricas y sin moverse. Un pinchazo previo a la estocada y el premio de una oreja.
El inconformismo innato de Luque quedó más que evidente cuando el protestado quinto, que, suelto de salida, siempre que volvía se encontraba al sevillano en la segunda raya que lo esperaba de rodillas. En la vertical le volvió a soplar algún que otro lance suelto de lujo. El sevillano le dio buen trato, mucho mejor del que mereció el descastado toro, en busca de un milagro que si ni él consiguió es que directamente era imposible.
DEL RESTO, MUY POCO
El festejo lo descorchó un toro tan áspero que enfrió más todavía la tarde, hasta ahora la más desapacible de una feria a la contra en lo climatológico. Sebastián Castella trató de calentar el ambiente enfilando la puerta de chiqueros para librar un afarolado de rodillas, quizá lo de mayor eco de una faena que no lo tuvo y en la que insistió en exceso. El cuarto completó un lote malo para el francés. Escarbador, tuvo movilidad pero ninguna clase, siempre a la defensiva. Le molestaba todo al toro. Volvió a estar mucho tiempo delante de él en otra faena sin historia.
El tercero lo tenía todo muy justito, el celo, la raza, la fuerza… una nobleza adormecida. Emilio de Justo trató de provocarlo con la voz para aprovechar las medias arrancadas. La faena tuvo más voluntad que logros. A la segunda ocasión que claudicó el sexto, asomó el pañuelo verde. Cuando en la tablilla se anunció que el sobrero también era de Juan Pedro Domecq, no faltaron las protestas. Emilio de Justo cambió un ambiente a la contra con el inicio de rodillas. Le dio distancia en la primera parte de la faena, sin apretarle a riesgo de que se cayese, y lo llevó a su altura. Los pases de pecho fueron lo más redondo. Una faena pulcra del extremeño sin el remate de la espada.
Valencia. Lunes 17 de marzo de 2025. Feria de Fallas. Toros de Juan Pedro Domecq (6º bis), muy desiguales de presentación y de pobre juego. Corrida descastada en conjunto. El de mejor condición, el segundo. Sebastián Castella, silencio tras aviso en ambos; Daniel Luque, oreja y silencio; y Emilio de Justo, silencio y silencio tras aviso. Entrada: Media plaza.