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Muchos pases y mucha ilusión

Tanto tiempo sin toros que los chicos llevados de la fiebre de la abstinencia se pusieron estajanovistas, cien, doscientos pases, mil, ni se sabe cuantos, tantos pegaron (que poco me gusta lo de pegaron, pero es lo que hicieron en muchos momentos, pegar pases) que una de las próximas y obligadas lecciones en las respectivas escuelas, es la de la mesura. Claro que como me dijo un aficionado es mejor que den muchos que pocos, mejor que haya que decirles quítate que ponte, y mirado así sacaron nota los seis, pegaron muchos pases.

De las cosas buenas de la tarde, que las hubo, no vayan a pensar, me acuerdo de la novillada, de los hierros charros de Valrubio y Valdeflores, los hubo excelentes, ninguno imposible, de variadas y chocantes capas, de tal manera que hubo calceteros y coleteros junto a jaboneros y colorados y todos estuvieron presentados para la ocasión, conjunto de buena nota. De entre los jóvenes aspirantes a fenómeno, lo mejor llevó la firma de Manolo Caballero, hecho ya para empresas mayores; del valenciano Nek Romero que toreó con gran serenidad y no menos quietud, lo justo como para pensar que hay torero bueno en ciernes; y de Jarocho, que estuvo muy bien, también hijo del cuerpo, que como Caballero cortó una oreja.

Manuel ya se dio a conocer en las verónicas de recibo, acompasadas y con gusto y de ahí hasta la ejecución de la estocada, mostró buena cabeza y abundante temple. Especialmente al natural se vio el punto y seguido de lo que es la buena escuela de Albacete. Nek Romero, de Algemesí, emborronó su buen hacer con la espada, a buen seguro por alargar la faena. Antes había pulseado las embestidas con suavidad y no se amedrentó tras una voltereta en los compases iniciales. Toreó con categoría y depuradas maneras.

Jarocho, hijo del banderillero del mismo apodo, paseó una merecida oreja que había perseguido con ahínco y mucha entrega. Buscó al novillo en todos los tercios y acabó imponiendo su voluntad de triunfo. Soportó con entereza un volteretón lo que no deja de suponer otra buena señal. El publico lo entendió y se le entregó. Joel Ramírez, de la Escuela Yiyo, estuvo desigual. Fue en la parte final cuando mejor se acopló en el noble sexto. Pinchó con reiteración y se diluyeron las posibilidades de trofeos.

Aarón Rull, de Castellón, anduvo voluntarioso en una faena de excesivo metraje y poca brillantez. Lenny Martins, francés de Beziers, dejó una faena muy larga, de abundantes muletazos. No acabó de centrarse y tanto se aplicó que acabó escuchando los tres avisos cuando doblaba el eral.

Hoy los victorinos levantan el telón mayor de las corridas de toros. Han pasado dos años en blanco y muchas calamidades. Solo por ello habrá que calificarlo de acontecimiento. Yo le añadiría un titular más: será tarde, seguro, de las de trago largo y brazo fuerte. Y eso pesa lo suyo. En los corrales hay un lote de toros de los que imponen, a falta del juego que den, que eso nunca se sabe, los seis victorinos, son de los que generan expectación entre los aficionados y quitan el sueño a los lidiadores. La noticia ha corrido como la pólvora en una Valencia que está que arde, ¡pedazo de corrida!. Todos cinqueños para más detalles. Yo fuese torero hasta mañana no salía de fallas. La divisa le debe a Valencia una corrida como aquella de Julio de 2000 y Valencia se merece una satisfacción grande.