Fue el 12 de enero de 1883. Ese día vino al mundo en la capital francesa Roberto Domingo Fallola, hijo del prestigioso pintor valenciano Francisco Domingo Marqués. Artista como su padre, Roberto encontró en la Fiesta su principal motivo de inspiración, pasando a la historia como uno de los mejores pintores taurinos de todos los tiempos.
Nacido y criado en París, sus primeros temas pictóricos están relacionados con el entorno parisino, influido por su padre y otros afamados pintores como Monet, Pisarro, Degas, Sisley, Renoir y Toulouse Lautrec, que hacían de la hermosa ciudad francesa centro mundial del arte. Sus obras tuvieron éxito desde aquellos tiempos en los que vivía en el país galo, apreciándose desde el primer momento su facilidad para captar el movimiento. En sus cuadros era frecuente encontrar temas como las carreras de coches y caballos, pero siendo hijo de un español, no tardó en sentirse atraído por el mundo de la tauromaquia.
La Exposición Universal celebrada en París en 1900 propició la celebración de una corrida de toros en la que participaron Lagartijo y el francés Félix Robert. Ese fue el primer festejo que presenció Roberto Domingo, que empezó a acudir a cualquier evento taurino que se celebraba en las cercanías de París y, en 1906, coincidiendo con la boda del rey Alfonso XIII, fijó su residencia en Madrid, donde residió hasta su muerte, acaecida el 5 de agosto de 1956. Su estudio, ubicado en la calle Alcalá 61 de la Villa y Corte, fue testigo de sus impresionantes y bellísimas creaciones pictóricas, en la que los toros, ya fueran en el campo o en la plaza, inspiraron a un artista que engrandeció con su carrera el mundo de la cultura taurina.
En su pintura destacan los temas taurinos, en los que el detalle cobra vida y movimiento sin perder su entera sumisión al dibujo. Las diferentes suertes taurinas, las cuadrillas dando el paseíllo, los picadores probando las puyas, las mulillas arrastrando el toro ya muerto, y los carniceros despellejando la fiera le suministraron un repertorio de asuntos variados, ricos de exaltación, pero que sólo podían abordarse con grandes dotes de dibujante e improvisador. Aprendió de su padre la necesidad de equilibrar las composiciones por el ritmo y los ejes discontinuos. Su técnica rápida, sobre papel o cartón, le llevó a captar la instantaneidad de las diferentes faenas que expresaban el movimiento y con breves trazos, logró sugerir la gracia del contorno o la sensación corpórea de volumen. Dentro de esta temática destaca el cuadro “Suerte de varas”, pintado al gouache, con el que en 1908 consiguió la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1910, alcanza la Segunda Medalla en la Nacional de Bellas Artes. En 1911, participa en la Exposición de Bellas Artes de Roma, vendiendo la totalidad de la obra expuesta. En 1915, es galardonado con una Segunda Medalla en la Exposición Internacional de Buenos Aires y, en 1916, es distinguido con el nombramiento de Caballero de la Orden de Carlos III. Al género taurino pertenece también su excelente lienzo titulado “Encerrando el rebaño”, que se conserva en el Museo de Bellas Artes San Pío V de Valencia.