Artista nacido en Valencia el 28 de febrero de 1898, estudió en la facultad de Medicina de Valencia y tuvo la inquietud de ser torero, para finalmente ingresar en la Escuela Superior de Bellas Artes de su ciudad natal, donde orientó finalmente su talento y futuro artístico. Republicano confeso, tuvo que exiliarse a México en el mes de agosto de 1939 tras la Guerra Civil. Admirador de la obra de Miguel Ángel y Donatello, utilizó varios elementos de la corriente artística del Renacimiento para llevarlo a su propia obra, como la proporción anatómica, expresividad y emoción que impregnó en su amplia gama de esculturas. También le influyó la obra del escultor francés Augusto Rodin. Alfredo Just murió en 1968 en Nogales (Arizona), sin que hubiera podido regresar a su patria chica.
Veinticuatro obras suyas adornan la Plaza México. Ubicadas en columnas y en el frontispicio de la entrada principal -conocida como puerta del encierro-, el artista valenciano plasmó en yeso recubierto de bronce tanto a toreros españoles como mexicanos. Manolete, El Boni, Lorenzo Garza, Silverio Pérez, Rafael “El Gallo”, Juan Silveti, Carlos Arruza, Juan Belmonte, Eduardo Liceaga, Joselillo, El Soldado, Antonio Fuente, Luis Briones, Chicuelo, Luis Procuna, Alberto Balderas, Rodolfo Gaona, Manuel Granero y Pedro Romero (con su inseparable vestido goyesco), así como suertes y pasajes del toreo como el tercio de banderillas, derechazos, remates, orejas y rabo. Pero de entre todas las esculturas, destaca el grupo escultórico, de catorce metros de longitud, de El encierro.
En el libro “Las esculturas de la Plaza México”, escrito por la socióloga mexicana Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, describe la gran obra del escultor valenciano: “El toreo inspira, el fotógrafo capta y el escultor lo vuelve pétreo y eterno. Just fue un hombre de cinceles, grabó todo su sentimiento, sus fuertes ideas republicanas, esas que llevan coraje, valor, expresividad, y las depositó en varias obras magnas y hermosas, como, por ejemplo, El encierro, que da vida a lo que es el trashumar de los toros de lidia que van del campo bravo a la plaza, junto con toda una galería de toreros que residen con altiva belleza, en las alturas de la plaza de toros México, la más grande del mundo”.
Alfredo Just tenía su taller de trabajo dentro del coso, donde algunos toreros posaban para él vestidos de luces; además había un toro en los corrales de la plaza llamado Solovino, de la ganadería de La Trasquila, que era un modelo en vivo.
El escultor conocía y sentía profundamente la fiesta brava, de otra manera no hubiese logrado precisar en cada torero su fisionomía o la morfología de un toro de lidia; ni qué decir del manejo del percal o la muleta que logra en cada uno esa plasticidad que emociona y comunica; Just contaba con la participación y ayuda del maestro Humberto Peraza Ojeda.
Es difícil resaltar las mejores esculturas ante tanta belleza, pero citaremos algunas como la de los diestros Rodolfo Gaona, Manuel Jiménez “Chicuelo”, Carlos Arruza o Manuel Rodríguez “Manolete” realizando las suertes que llevan su nombre: gaonera, chicuelina, arruzina y la monumental manoletina del monstruo cordobés. Un guiño a su tierra en la escultura realizada en homenaje a su paisano Manuel Granero, y no faltan los toreros mexicanos más representativos como Luis Procuna o El Soldado.
Para quien suscribe, fue un placer observar en vivo La México, que por su tamaño y arquitectura, junto con las esculturas que la rodean, es como visitar un museo al aire libre.
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