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No confundir calidad con facilidad

Habitualmente oímos hablar de la calidad de un toro, de la calidad de su embestida se entiende, y tenemos la impresión de que, a veces, se está confundiendo, y cada vez con mayor frecuencia, calidad con facilidad, que sin embargo son cosas muy diferentes.

Para nosotros una embestida de calidad debe empezar por colocar bien la cara, abrirse ligeramente en el embroque, ser rítmica, humillada, planear, de largo recorrido, gateando detrás de la muleta como si la quisiera morder, con suficiente afán de cogerla, rebosarse saliendo con la cabeza por abajo y repitiendo con prontitud, con lo que permitirá al buen torero expresarse, sentir profundamente el pase, disfrutar con el lance o muletazo, y trasmitirá emoción al tendido, porque el toro embiste bien y con temperamento.

En cambio, una embestida facilona es anodina, suave (blanda), insípida, demasiado lenta, aunque puede colocar bien la cara, abrirse, ser rítmica, fácil de conducir para el torero, pero falta ese gateo detrás de la muleta, ese afán de cogerla, no se rebosa aunque sea humillada y llegue hasta el final (pocas veces), suele ser algo tarda, por tanto dice poco, no despierta emoción en el tendido, falta trasmisión al público. Y cuando en el toreo no hay emoción todo se viene abajo. Decía Salvador Sánchez “Frascuelo”, “donde no hay emoción no hay corrida de toros posible”. Y la emoción en el toreo de calidad debe llegar por dos vías, la estética y el riesgo, por eso el toreo es el único arte que debe ser validado con el riesgo; si no hay riesgo le falta algo a este arte. Bien entendido, que estar ante un toro siempre tiene riesgo, pero nos referimos a que el público tiene que percibir esa sensación de riesgo, y con esa embestida que hemos denominado facilona no se percibe, o se percibe poco el riesgo.

El toro embiste bien, pero no lo hace con suficiente agresividad, con suficiente temperamento y entrega, porque no puede o porque le falta raza y/o casta. El público en el tendido tiene la sensación de que aquello lo puede hacer él.

Por tanto a esta segunda embestida nosotros no la denominamos de calidad, aunque el toro embista bien, lentamente, pero es demasiado facilona. Eso no es calidad, es suavidad, o si quieren dulzura, y en el toreo la suavidad, la dulzura la tiene que poner el torero en su forma de torear, de expresarse, de mostrar su arte, pero no el toro. El artista es el torero; el toro no es, ni nunca podrá ser, artista. El toro tiene que embestir bien pero transmitiendo riesgo, emoción, porque lo hace con energía, con codicia, con entrega, con afán de coger el engaño.

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No confundir calidad con facilidad

Rafael Comino Delgado

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Rafael Comino Delgado

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