Arrancaron las Fallas toreras. Tregua meteorológica (o casi) y muchas ganas de descorchar la temporada para comprobar lo que de realidad tiene ese runrún que acompaña a la nueva cosecha novilleril 2025. Visto lo visto en la apertura ferial, justificado runrún. Hay motivos para soñar, tanto los chicos como los aficionados, y qué si no es el toreo si no sueños, se sueña con dominar los toros, con domar a los miedos, se sueña con dormir las embestidas de los bravos, con llenar las plazas, con acallar a los doctrinarios, con atraer a los banqueros, háganme la pelota (como si de Pretty Woman se tratase) y se sueña con ocupar en el sentido bélico (conquistar) los prime time y las primeras páginas de los medios en tiempos de tanto ninguneo mediático. Sueños, sueños, sueños, por unos y por otros, algunos quiméricos, pero todos necesarios. Y ayer hubo motivos para soñar. No hubo la apoteosis soñada, cierto, pero sí hubo pasajes muy muy interesantes. Ejemplo, el asiento de Aarón, el maño tiene cuajo de torero importante; el talento de Marco, que no se puede obviar, que esto del toro es para listos y este Marco lo es en el mejor de los sentidos; y no se puede obviar la inocencia iniciática, acaba de llegar, de Juan Alberto, el más tierno de la terna que venía a debutar y fue creciendo a medida que avanzaba la tarde hasta rematarla en triunfo.
Cortaron una oreja por coleta, la plaza registró una aceptable entrada de un público que animó a los suyos con apasionados palmoteos, mientras que los novillos de Talavante, de desigual presentación y juego, la fortuna los repartió con justa equidad, cada espada se llevó un oponente de triunfo. Embistieron más y mejor los más bonitos: el primero fue excelente, el segundo, que acusó cierta flojera, se fue arriba ante el buen trato que le dispensó Marco y acabó siguiendo la tela escarlata con exquisita nobleza si es que las embestidas de un toro merecen ese calificativo; y el sexto, que no fue de los bonitos, aunque sin excesiva clase embistió como si lo fuese así que pareció más bonito de lo que era. Cuarto y quinto, grandotes, basturrones y desclasados, no fueron de ayudar a los chicos mientras el guapo tercero no fue lo que se esperaba.
EXPLOSIVO AARÓN
Explosivo recibimiento de Aarón con el capote al que abría plaza: faroles de rodillas, lances ganadores a la verónica, un galleo para llevar el toro al caballo que para entonces ya daba señales de su calidad, fue en su conjunto una tarjeta de presentación propia de quien apunta a figura. Luego le ganaría el pulso al mismísimo Marco en el tercio de quites. Una buena manera de tantearse los dos gallos, contra tu quite el mío, para iniciar una competencia que Dios quiera que dure muchos años. El arranque de faena por ayudados por alto tuvo sabor, torería y el rango necesario para poner a sonar a la banda de inmediato. El trasteo en su conjunto tuvo asiento de plantas, que es fórmula obligada si se quiere hacer el toreo bueno, mando en las muñecas, mejor con la diestra que con la zurda, así lo imponía la condición del novillo y una intención que le puede hacer diferencial, la de redondear los muletazos, el rematarlos atrás, digan romper la línea recta y vaciar allá donde el toreo coge cuerpo. Quietud, mando y redondeo, ese es el método de este maño que llega fuerte. Y si algún defecto hay que reseñarle fue el metraje, defecto juvenil propio del que no le cuesta estar delante del toro. Ya aprenderá a medirse. Un pinchazo previo a una estocada de efecto fulminante dejó el premio en una oreja. Su segundo novillo, castaño chorreado, serio y bastote, se paró en el tercio final, acusó falta de clase y Aarón hizo lo que cabe pedirle a un soñador con fundamentos, montarse encima tras un arranque de rodillas importante y de mucho impacto. Más bravo el torero que el toro, acabó pinchando con reiteración.
Con el segundo, novillo del debut, el charro Marco Pérez mostró talento y buenas formas. Lo pulseó con muñeca fácil y mucho mimo hasta afianzarlo y mantenerlo en pie. Estaba claro ante la debilidad del novillo, que la emoción en caso de producirse tenía que llegar por parte del torero y llegó, tanto que llegó. Perfecta la colocación, el tempo y las alturas hasta redondear la obra que confirma su grado de formación. Está para la alternativa. Magnífica la puesta en escena. Talento y más talento en la lidia y en la expresión que las dos cuestiones son necesarias. Otro soñador con fundamentos. A día de hoy torero importante. Su segundo, nada bonito, no le dio opciones.
BIEN JUAN ALBERTO
Precioso el melocotón que hizo tercero, armado y de proporcionadas hechuras al que se fue a buscar Juan Alberto a la puerta de chiqueros. Luego no fue lo que parecía ni ayudó al debutante, que se mostró aseado, con buenas formas y cierta timidez, cualidad que no es buena compañera para un novillero en trance de debutar. Tuvo que enfadarse más, mostrarse más aguerrido. Lo aprenderá. Hay días en los que hay que olvidar las normas y atacar, justo lo que hizo en el sexto, menos bonito pero más bravo o mejor, más toreable. Volvió a irse a la puerta de chiqueros, atacó desde el principio, lo buscó en todos los terrenos y lo acabó tumbando de una estocada que le igualaba a los compañeros en el éxito. Esperanzador punto de partida. Mantuvo su derecho a soñar que no es poco.