Nivelazo en la apertura ferial en Valencia. Hubo novillos excelentes, diría que los seis, del hierro de Santiago Domecq, que embestían cual si fuesen toros con su templanza y abundante clase (un día más el reconocimiento a la bravura en esta plaza se fue por el desagüe presidencial, ni enterarse, para ellos, para los usías lo importante al parecer son los avisos puntuales) novillos lustrosos, como dibujados, de los que los clásicos calificaban de fábricas de hacer toreros.
Hubo novilleros, en realidad becerristas, que parecían matadores, ni una duda, ni un alboroto, todos apostando al buen toreo y sacando los envites adelante, incluida la excepción del sexto, el castellonense Ian Bermejo, que a falta de recursos se entregó a morir, así que hay perdonarle las carencias. Hubo orden en las cuadrillas, a tal punto que parecía un festejo mayor, aunque no sé si tanta corrección le quitaba encanto a lo que siempre fueron este tipo de espectáculos en los que privaban los arranques sobre el sosiego, los sueños sobre las realidades. No fue el caso ayer, los chicos que vestían lujosos e inmaculados ternos (nada que ver con la imágenes solanescas de otros tiempos de ternos prestados) se plantaban delante de los novillos y les hacían lo que cabía hacerles, con sentido y templanza. El público que acudió en buena cantidad se lo pasó en grande incluido algún justificado disgusto, como cuando pedían con escasa fortuna la concesión de trofeos que el presidente, cual salomón, negaba y recortaba auto revestido de sagrada e indocta sapiencia, en realidad como si presidiese una corrida de toros en Las Ventas. Sería eso.
Pedro Monteagudo, se lució de capa e hizo faena fácil y de generoso metraje; Joaquín Caro, fue un torbellino, banderilleó con espectacularidad y toreó con desparpajo y buen sentido, mató de una estocada, le concedieron una oreja aunque le publico pidió en vano la segunda; Javier Zulueta, sevillano en el dni y en el concepto, firmó momentos preciosos que le permiten soñar lo mejor, le pidieron un trofeo y el usía dijo nones; Pedro Luis estuvo arrestoso como toca en estos casos aunque comenzó mejor que acabó; el valenciano Simón Andreu banderilleó con estilo y toreo templado y elegante, tiene su cosa como apuntaban los cazatalentos, mató de excelente estocada y el presi decidió que con una oreja era suficiente para disgusto general. Finalmente, el castellonense Bermejo estuvo muy decidido y mal con la espada a costa de varias volteretas. A ese precio le conviene aprender cuanto más presto mejor.
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