Juan José Padilla ha pulverizado aquello de que “a los toreros se les va el valor por la sangre de las heridas”. Muy al contrario, para el jerezano las cornadas son condecoraciones que le impulsan a continuar siendo fiel a sí mismo mientras vista el traje de luces. Es el general Millán-Astray del toreo. Aquel legionario que siguió en pie y con el espíritu de soldado intacto, sin un ojo, con media mandíbula y un solo brazo, estaba hecho con el barro de los héroes. Se sintió hasta su último halito de vida un caballero legionario y como tal vivió y murió. Otra cosa fueron sus exagerados discursos, ya que Dios no lo había ungido para la oratoria.
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