Éramos pocos y parió la abuela. El Ministerio de Interior no era el sitio natural para el encuadramiento de la Fiesta de los Toros…
Éramos pocos y parió la abuela. El Ministerio de Interior no era el sitio natural para el encuadramiento de la Fiesta de los Toros y ahora resulta que, después de tantos esfuerzos para que se comprendiera que los espectáculos taurinos eran parte importante de nuestra cultura y debían estar adscritos al Ministerio de Cultura, se hace un simulacro de traspaso de lo accesorio, y lo fundamental, que es el desarrollo reglamentario de la corrida, se deja en manos de los Gobiernos autonómicos. Lo que presupone que continuarán decidiendo en los corrales y en el palco presidencial policías en segunda actividad. Para ese viaje no hacían falta alforjas, y mucho menos que los “siete magníficos” se despellejaran las manos saludando a la clase política de todos los colores. Si un policía, por el solo hecho de serlo tiene que continuar decidiendo el trapío del ganado a lidiar, los puyazos o pares de banderillas que necesita cada toro, y cuando se merece un torero la segunda oreja, por mucho que los públicos se desgañiten y les salgan golondrinos agitando los pañuelos, hemos metido el remo hasta el corvejón con no habernos quedado en Interior y calladitos, que estábamos más guapos.
Vuelvo a decirlo una vez más; todo el respeto es poco para el Cuerpo Nacional de Policía, que se dedica a la prevención y persecución del delito. Gracias a esa sacrificada institución podemos dormir con cierta tranquilidad pese a la pléyade de delincuentes, rateros, tironeros y mangantes que pululan por nuestros pueblos y ciudades. Y ahí adquiere la policía toda su importancia para la sociedad, pero no decidiendo por los que pagamos nuestra entrada en el espectáculo taurino. En el futbol pita el árbitro apoyado por los linieres, y en el teatro manda el director de escena. ¿Por qué en las plazas de toros tiene que mandar un funcionario de la policía y no un matador de toros retirado, un subalterno en la misma situación o un aficionado de reconocido prestigio? Ni lo entiendo yo, ni lo entienden muchos millones de aficionados. Déjese en las plazas de toros un responsable de orden público. Al mando de un reten policial para prevenir algaradas, que por cierto brillan por su ausencia, pero al margen del desarrollo del espectáculo. ¿Tanto les cuesta entender la lógica más elemental a nuestros políticos? Así nos luce el pelo…
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