BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
Foto: Antonio ViguerasFoto: Antonio Vigueras

Ponce o cómo transmutar un triunfo en pura gloria

José Luis Benlloch
lunes 24 de junio de 2024
El maestro de Chiva, en su despedida de Alicante, David Galván y Tomás Rufo salen a hombros; la calidad y la clase de los toros de Daniel Ruiz consiguen disimular su falta de fuerza y permiten el toreo bueno

El triunfo dio un tranco más allá y se transmutó directamente en gloria. Eso es lo que pasó. El cielo en la tierra. Y para esos milagros no creo que haya mucha mejor tierra que la de Alicante. Sucedió tras arrastrarse el cuarto toro de la tarde, el maestro Ponce había toreado con deslumbrante maestría, primero afianzando la tambaleante calidad del que iba ser su excelente colaborador, luego al natural en redondo, todo seguido enrabietado en una cadena de molinetes genuflexos y muy arrebujados para volver en el tramo final a los registros propios de su magisterio en una combinación que resumía su trayectoria: cabeza, corazón y torería. Lo mató regular, entiendan como mal, sonaron los avisos, dos, sonaban las palmas con fuerza y el maestro correspondía emocionado cuando, ¡oh, milagro! una tormenta de emociones, puro fervor, comenzó a descargar sobre la plaza, arreciaban los aplausos, surgían los gritos de ¡torero, torero!, mandaba la magia y ya nadie fue capaz de contener aquella rebelión de corazones que transmutaban tres décadas de éxitos en gloria. No es lo mismo el triunfo que la gloria. Muchos triunfaron repetidamente y nunca tuvieron sitio en la gloria. Que nadie lo analice, salía de ocho/nueve mil corazones. ¡Oh, Ponce! no valen los análisis, habló el pueblo, es pura leyenda.

Entenderán que esta vez, a diferencia de la tarde del mano a mano, sí hubo apoteosis. Tres nada menos, la de Ponce, la de un gesticulante Galván y la de un templadísimo Rufo. A los tres se los llevaron por la puerta grande que en este caso es la puerta de la Plaza de España nada menos. De esa forma Alicante recuperaba su esencia. Había que ver la alegría de las gentes. También, no cabe ocultarlo, algún mosqueo de los puristas teniendo en cuenta la lluvia de orejas y avisos que hubo. Eso es la esencia de los foros taurinos. A la diversidad de opiniones me refiero. Uno discrepa, otro brinca de alegría, en este caso la gran mayoría, y todo seguido se toman una copa juntos y hasta mañana. Sucedió en la tercera de las corridas mayores. Se lidiaron toros del llorado Daniel Ruiz, siempre en el recuerdo, el tipo más apasionado que dio el campo bravo, que fue ganadero de categoría con coquillas, galaches y domecqs en un alarde de intuición ganadera nunca acabada de reconocer. Servidor hubiese dado ayer lo que hiciese falta dar por escucharle contar la calidad excelsa de sus pupilos o cómo salvaba la falta de clase del primero, andarín y reponedor, el único que no tuvo defensa por mucho que él le hubiese encontrado virtud, pero el pitón izquierdo del segundo fue de palacio real en vocabulario de su criador, el tercero metía la cara como si fuese un amigo explicando el bien embestir en la tertulia de los sénecas, el cuarto tuvo clase y raza para venirse arriba pese a su falta de fuerza, el quinto tuvo menos suerte y el sexto seguramente fue el más completo.

Faltó a la cita Morante de la Puebla que tal y como anda el escalafón entenderán que es mucho faltar, pero al final se hizo de la necesidad virtud y los chicos sacaron la tarde adelante. David Galván, que llegaba al rebufo de su propio arte (clase), que la tiene, y de Ponce, que le abre puertas, resolvió con buen nivel. Se hizo presente toreando a la verónica con cierto gusto y mucha espectacularidad, mirando al tendido, ahí estuvo el impacto. La apertura de faena fue excelente tarjeta de presentación. Toreó sin toques, con apenas un aleteo de la pañosa. Todo ello lo fue aliñando de una gestualidad (¿?) nada propia de los toreros que se consideran de arte. No fue problema, la combinación, temple y posturas, resultó y se metió el público en el bolsillo. En el segundo ya abusó en exceso de la gestualidad, y de las voces, y la cosa ya no resultó. Deben de ser secuelas de los tiempos que anduvo por plazas menores. Mérito por sobrevivir y secuelas que corregir. Una pena, tiene cosas de torero muy bueno. Cortó oreja en los dos.

Rufo toreó toda la tarde con pausa y especial gusto. Por abajo, en redondo, asentado, con absoluto convencimiento, muy templado, sin toques, de capa y de muleta. El trazo de los muletazos fue magnífico, los tempos, los necesarios, los que pedía el toro, más seguido hubiese provocado un descosido, más espaciados, una siesta. Lo logró en los dos. Pudo cortar la oreja de su primero y falló espadas, también falló con la tizona en el sexto tras superarse en el toreo fundamental pero el presidente entendió que no podía dejarle a pie y le concedió un doble trofeo y todos tan contentos.

Decir que la plaza registró una excelente entrada, que Ponce fue agasajado por las autoridades de la tierra (el alcalde Barcala, la concejala Carmen España y el empresario Nacho Lloret, especialmente satisfecho, tiene motivos para ello y también matices que mejorar), que el maestro brindó a su hija Bianca el toro de la despedida de Alicante y que también cortó la oreja de su primero por una faena más liviana. Y final feliz. Son los toros al estilo Alicante.

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