Era la quinta corrida de la Feria de San Sebastián de San Cristóbal (Venezuela). Se lidiaron dos toros de la ganadería colombiana de Ernesto Gutiérrez -mansos y con peligro- en primer y segundo lugar, y cuatro de Torrestrella. Los dos toros de Ernesto Gutiérrez sustituían a sendos toros de Torrestrella, que mientras cumplían la cuarentena se pelearon, resultando muerto uno y el otro, herido, por lo que fue rechazado en el reconocimiento veterinario.
Tras la lidia de los dos primeros toros, con más pena que gloria, se desató la locura en los tendidos con la lidia de tres magníficos toros y tres memorables faenas, cada cual con el sello personal del matador, que encumbraron la tarde.
Así lo contó Aplausos en sus páginas: “El tercero de la tarde, de nombre Cantaor, marcado con el número 72 y de 540 kilogramos de peso, primero de Tomás Campuzano, un toro alegre, con fijeza y nobleza, sirvió para que el torero hiciera una gran faena, pidiendo el público el indulto para este bravo toro. Con las dos orejas y rabo simbólicos, Campuzano daba triunfal vuelta al ruedo, mientras el toro de Torrestrella volvía acompañado de los mansos a los corrales.
El cuarto, segundo de Capea, de nombre Listillo, número 95 y de 620 kilogramos, muy bien picado por Juan Mario y al que el diestro hizo una gran faena que mereció el indulto para tan bravo toro, que el público pidió con fuerza a mitad de la faena de muleta.
En un ambiente de gran emoción, y después de dos indultos, salió a la arena el sexto de la tarde, de nombre Tunante, número 9 y de 500 kilogramos sobre los lomos, al que Morenito de Maracay toreó magistralmente con el capote. Colocó tres soberbios pares de banderillas, el último al cambio en el centro del ruedo sencillamente magistral. Tras brindar al gobernador y al público fue sacándose a Tunante con soberbios y lentos trincherazos por ambos lados, recta la figura y bajas las manos, a los medios, para dejar colocado al toro perfectamente para el iniciar una gran faena con muletazos de bella factura tanto en la derecha como con la izquierda. La plaza era un manicomio, y cuando en el tramo final ligó tres molinetes largos, lentos y cadenciosos, la gente en pie pedía y obtenía el tercer indulto al bravo toro de Torrestrella. Simuló Morenito de Maracay la suerte suprema y mientras era retirado el toro de Torrestrella, con las orejas y rabo simbólicos, era izado en hombros en una primera vuelta al ruedo, donde el público al grito de ¡torero!, ¡torero!, reconocía la alta calidad de su toreo completo. Finalizada esta primera vuelta, solicitó a Álvaro Domecq (hijo), que presenciaba la corrida desde un burladero, le acompañara, junto con Capea, Campuzano y el empresario Hugo Domingo Molina, en una vuelta triunfal, donde el delirio del público hizo interminable el emocionado recorrido.
El empresario, Hugo Molina, veía también con gran alegría y satisfacción, colmado su esfuerzo de llevar toros españoles, tras treinta años de no lidiarse en aquellas tierras, pese a los contratiempos y presiones que tuvo que vencer.
Hoy traemos a nuestras páginas como primicia, esta foto de la vuelta triunfal al ruedo de los hombres que hicieron posible que en San Cristóbal se viviera una tarde que pasará a los anales de la historia taurina con letras de oro”.
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