La noticia fue Sevilla o, mejor dicho, la no noticia o la mala noticia, claro que también podríamos denominar el tema como las mil noticias que siempre llegaban tarde y nunca resolvían. Ni resolvían ni aclaraban. Un drama sanitario, taurino, administrativo y político, maldita sea la política como cuestión prioritaria en los tiempos en los que debe primar la eficacia. Siendo malo, malísimo para el toreo, que no se dé hasta septiembre la que iba a ser la primera gran feria de la temporada con su lógico efecto locomotor, mucho peor ha sido el ninguneo a los toros, el agravio con otros espectáculos (horas antes se estaba jugando al tenis en Marbella con los graderíos al cincuenta por ciento); como tremenda, angustiosa, ha sido la demora en la toma de decisiones, con miles de aficionados del mundo entero esperando a coger un avión/tren/coche… para procesionar a la Maestranza, con los toreros -¡qué les importará a ellos los toreros!- agobiados en el miedo y la incertidumbre de saber si van a tener que vestirse de luces o tienen que seguir remando hacia lo desconocido, todo ello con la clase política tapada tras el burladero del disimulo, ¡yo no he sido, la culpa es del de enfrente!, mientras el toro de la realidad esperaba en la arena.
Toca pues esperar a septiembre. Hay que volver a ilusionarse, Sevilla vale una espera pero el dislate no acaba en Sevilla. Tampoco las contradicciones. El toreo no escapa al desbarajuste normativo que acongoja a España
Todos entienden/entendemos que la salud es lo primero, que si no se dan las circunstancias y no se puede dar la feria no se dé, pero el trato que le han aplicado a una catástrofe económica/social/taurina, bandera de una ciudad tan relevante como Sevilla, ha sido impropio de un país como España. O quizá sí sea lo que nos corresponde. Y no vale señalar al toreo: ni toreros ni ganaderos ni el empresario tienen responsabilidad alguna, ya hubiesen querido, pero no, los toreros habían afinado su puesta a punto, los ganaderos por fin iban a lidiar algunos toros de sus infladas camadas y el empresario… jamás un empresario había llegado tan lejos en su inversión/promoción sin tan pocas garantías y tantos nubarrones sobre una programación que todos los años pone a su ciudad en el mundo y reactiva la economía, incluidas las arcas públicas, esas mismas que gestionan quienes tan poco aprecio muestran por el toreo. No es derecho al pataleo, es defensa de unos derechos que han sido groseramente conculcados.
Ramón Valencia, empresario que se ha quejado amargamente del trato recibido por la tauromaquia –“nada igualitario con el recibido por otros espectáculos”-, ha adelantado que la idea es unir los carteles que estaban programados este mes de abril a los también anunciados de septiembre por San Miguel. “Tras las reuniones y los comunicados, empecé a hablar con algunos de los apoderados más importantes. La idea es unir Abril y la feria de septiembre para que sigan los mismos espectáculos. Ahora viene una labor de negociación con ellos”. Toca pues esperar a septiembre. Hay que volver a ilusionarse, Sevilla vale una espera pero el dislate no acaba en Sevilla. Tampoco las contradicciones. El toreo no escapa al desbarajuste normativo que acongoja a España donde, como con la guitarra machadiana en el mesón, igual suenan jotas que peteneras. El mismo fin de semana que Sevilla se quedaba sin toros, Sanlúcar abría las puertas, igual que Mérida, y Madrid anunciaba que habrá toros en mayo. ¡Ea! que sigan barajando.
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Sevilla, Abril será en septiembre
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