Si la plaza de Las Ventas no fuera “musicofoba”, hoy, la banda de música que ameniza el inicio y los entreactos de las corridas, se habría arrancado atacando los sones de la música de Wagner, por lo que el espectáculo ha tenido de heroico. Con el agua hasta los tobillos, entre truenos y en medio de un diluvio universal, Talavante y López Simón han descerrajado respectivamente su quinta puerta grande, como dos héroes wagnerianos.
Talavante, que ya había cumplido con éxito su compromiso con San Isidro, ha regresado a la plaza madrileña para sustituir al herido Paco Ureña, buscando el éxito como un tigre con hambre de triunfo. Su toreo personal, cadencioso y enclasado ha puesto al público venteño en pie, durante sus dos actuaciones. Así hay que venir a la primera plaza del mundo, una plaza que le ha hecho salir al tercio al finalizar el paseíllo para recibir una gran ovación de reconocimiento a su gesto. La faena a su primer Núñez del Cuvillo, que tenía sus complicaciones, ha sido quizás la mejor que ha realizado en la plaza capitalina. Las dos orejas han resultado el premio justo y natural.
La tarde del torero de Barajas ha tenido carácter de gesta. Se ha arrimado aguantando tarascadas y volteretas terroríficas, sin cejar en su empeño de reencontrarse consigo mismo y con el público que le abrió en sus comienzos cuatro tardes casi seguidas la puerta de la Calle de Alcalá. López Simón ha vuelto a ser el torero que ilusionó a la afición madrileña. El barajeño ha retornado a su hieratismo no exento de temple, suavidad y armonía, pero con más empaque y expresión artística. Y eso sin abandonar la quietud y el sentido escultórico de su toreo.
La de Núñez del Cubillo no ha sido una corrida fácil, pero se ha encontrado con dos toreros que la han afrontado sin renunciar al aspecto trágico de la lidia, que le da grandeza al toreo. Los dos triunfadores, junto al monumental Juli de ayer, han puesto difícil lo que queda del ciclo isidril. Hoy se ha sentido uno orgulloso de amar a esta Fiesta singular y única, Nacional por española les guste o no a los “pijoflautas” que la odian porque se niegan a conocerla.
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Tarde wagneriana en Las Ventas
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