Tiene razón Benlloch; no vale la pena perder el tiempo con estrategias más o menos elaboradas para defender a la Fiesta de sus depredadores, que la utilizan como maniobra de distracción para alejar la lupa de sus carencias políticas, cívicas e incluso personales. Decir político y “pringuezorra” es hoy la misma cosa. Son vomitivos y solo verlos da grima y se le retuercen a uno las tripas. Que toda esa banda esté viajando en aviones del Estado que pagamos nosotros, y viendo un mundo que con su esfuerzo profesional no hubieran conocido nunca, es sencillamente asqueroso. Y que además les rindan honores es de juzgado de guardia.
¡Pobres animalitos! Ni toros, ni circo, ni ningún espectáculo donde salga a relucir un animal irracional mientras los racionales, cuya vida tienen la obligación de mejorar porque para eso les pagamos, les importamos un pimiento. No tienen ninguna ideología ni quieren a nadie… Solo les importa el poder y el dinero, y como se está viendo son capaces de jugarse a los chinos a sus padres y sus madres para conseguir un gramo más de poder. Como están haciendo con la composición del Tribunal Superior de Justicia y hasta con la indivisibilidad de la patria que consagra la Constitución, votada por más del noventa por ciento de los españoles. Pactan lo que sea y con quien sea para mantenerse en el poder aunque sea cinco minutos más. Por eso se inventan “causas nobles” que defender, para entretener la atención de quienes trabajamos y pagamos impuestos para que ellos vivan como sátrapas. A ver si así no nos damos cuenta de su bajeza.
El paro, el hambre infantil, nuestras grandes ciudades con barrios convertidos en verdaderos emporios de la droga y la delincuencia, son asuntos menores. Lo importante es acabar con la fiesta de los toros. ¡Valiente cuadrilla de ganapanes! Por todo eso, y porque no vale la pena perder un minuto con ellos para tratar de convencerles de que el toreo y la ganadería brava son una fuente de riqueza incluso para el Estado, al margen de la tradición cultural que significa para los españoles, utilicemos el arma más eficaz que tenemos a nuestro alcance para fumigarlos como si fueran ratas de alcantarilla. Y esa arma son las urnas. Nuestros votos. Se acercan varias elecciones y mientras no acaben también con la posibilidad de votar -que si pudieran lo harían- utilicemos nuestro derecho al voto para empujarles a volver a sus reservas de aspirantes al chollo sin mover un músculo, que es lo único que de verdad les interesa.
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