Por Agustín Gutiérrez
Ahora que se ha puesto de moda el término DANA en el campo de la Meteorología, el Ministerio de Cultura de España tiene al frente un personaje que se ha propuesto (como ya ha pasado a lo largo de la Historia con otros varios que no lo lograron, faltaría más) ser quien certifique la muerte de esa afición y ese ritual antropológico/cultural de canto a la vida y a la muerte con una plasticidad trascendente al tiempo llamado tauromaquia, entre los cuales han estado por citar a los más sonoros: Orson Welles, Ernest Hemingway, Pablo Ruiz Picasso, Francisco de Goya o Gabriel García Márquez, entre muchos otros.
El pasado viernes, el telediario de la 1 de RTVE dedicó a la controversia provocada por la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia más de 15 minutos en su arranque. Todos sabemos que las medallas que se ponen los políticos son de plastelina y son más falsas que aquel que vendió al Redentor por unas monedas en los albores del siglo I, en un territorio que anda a palos un año sí y otro también.
Volviendo al ínclito señor ministro, no sé si los lectores se han dado cuenta de que es como esas nubes pasajeras que empastan la ropa tendida llenándola de barro o importunan a las señoras al salir de la peluquería, sin previo aviso y con total alevosía. No llega a ser el simpático “sirimiri calabobos” bilbaíno que tanto ayuda al campo, pues se asemeja mucho al riego por goteo y cuando se prolonga durante horas, empapa bien el campo riojano, ribereño del Duero o de la muy taurina comarca de Utiel y Requena.
Con elementos así, no ayuda el paraguas, ni siquiera un buen impermeable. La respuesta es bien sencilla: llenar las plazas de toda España (incluso algunas francesas y portuguesas) durante este verano y que los números le hagan ver que la afición nos une: los Toros, así con mayúsculas, son ARTE, TRADICIÓN y CULTURA. Y además me permito añadir, que es industria porque da de comer a miles de familias en España. Señor Urtasun: SÍ A LOS TOROS, y SÍ al Premio Nacional de Tauromaquia.