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Fotos: Julio César Sánchez
Cuando llega la ocasión de hacer un regalo con motivo de un cumpleaños, los presentes varían en función de la cercanía de la relación con la persona que suma un año más a su trayectoria y, por supuesto, según la capacidad presupuestaria de cada uno.
A principios de la pasada década, Inés López, mujer con una gran afición desde hacía años, recibió un regalo muy especial por parte de su marido José Enrique; una ganadería de toros de lidia. Ahí es nada.
La finca para albergar la tropa de hembras y machos ya formaba parte del patrimonio familiar, ganado no sin mucho trabajo. Se trata de El Espino, una extensión de casi mil hectáreas muy cerca de Tirteafuera, en el suroeste de la provincia de Ciudad Real, perfectamente acondicionada para la cría del toro de lidia; así que “solo” quedaba decantarse por una sangre determinada para formar su vacada de lidia. Y la familia López Colomer apostó por la procedencia Domecq en su vertiente Torrealta con una compra efectuada a Antonio Muñoz. Era el año 2011.
Inés López: “Yo me quiero emocionar con lo que pase en el ruedo, y estoy segura de que el público también”
Aquellos no eran tiempos propicios para dispendios económicos como el que supone crear una ganadería de toros de lidia, como tampoco lo son los actuales, con el maldito Covid-19 pululando no sabemos muy bien por dónde. Sin embargo Toros de Mollalta aguanta el tirón, si bien la ganadera reconoce que ha habido que reducir cabezas. “La situación es la que es –reconoce Inés López-, y debemos adaptarnos a ella. Por eso hemos reducido vacas de vientre y sementales. Es momento de quedarse con lo mejor de lo mejor para, llegado el momento, volver a aumentar cabezas en base a la selección que vamos a tener que llevar a cabo este año.”
Inés López es una mujer con las ideas muy claras. Cría el toro que le gusta porque quiere y puede, y añade: “Tengo muchísimo que aprender, por supuesto, soy consciente de ello, pero las ideas creo que las tengo bastante asentadas. Yo me quiero emocionar con lo que pase en el ruedo, y estoy segura de que el público también. Pero en lugar de renunciar a una de las dos facetas mayoritariamente aceptadas, valor o arte, busco un toro que permita al torero mostrar ambas cualidades. El toro demasiado suave solo va a emocionar si tiene delante a un torero superclase, y no hay tantos de ese corte, mientras que tampoco es mi intención buscar el toro imposible de torear porque no deje respirar al torero. A mitad de camino creo que está la virtud.”
Desde su formación ya citada, la vacada de Mollalta ha ido escalando peldaños poco a poco, produciéndose su debut en corrida de toros en la plaza de toros de Daimiel en 2012, y desde entonces, lidiando en cosos de toda índole. Una joven vacada con mucho por decir todavía.
En el caso de no poder lidiar la totalidad de la camada –extremo harto probable viendo el panorama- la intención de Inés es verlos en la plaza. “El dinero que cuesta poner un cuatreño en plenitud para llevarlo a una plaza –resuelve la ganadera- ronda o supera los 4.000 euros. Si lo llevo al matadero me van a dar alrededor de 400, por lo que la ruina es inevitable. Y al ser una ganadería nueva, prefiero ver en la plaza el resultado de los lotes y hacer un seguimiento de por dónde va la ganadería”.
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