Llenaron la escena los “Cordobeses”. Tijera en mano y arrodillado Cordobés hijo, Manuel Benítez cortó el añadido a su vástago e incluso en broma, simuló cortarle el pelo. Genio y figura. Fue el momento más esperado de la tarde. No se movió ni un alma de la plaza. En medio de una enorme expectación, entre un amplio despliegue de medios y profesionales taurinos, el maestro Manuel Benítez “El Cordobés” le cortó la coleta a su hijo Manuel. El público ansiaba ver el emotivo abrazo de padre e hijo como previo al acto simbólico de cortar el añadido poniendo así fin a treinta años de alternativa.
Con el carisma que siempre le caracterizó, había bajado El Cordobés padre al ruedo -presenció el festejo en una barrera- al término del festejo. Acompañado de sus nietos, Manuel Benítez accedió al ruedo, entre los aplausos del público. Besó la arena del coso de La Alameda tomando un puñado El Cordobés padre, para corresponder al cónclave. Y entonces, padre e hijo se fundieron en un emotivo abrazo, entre la ovación del público.
Manuel Díaz abrazó también a sus hijos, y padre e hijo posaron para fotógrafos junto a Curro Díaz y El Fandi. Como director de orquesta Cordobés padre, que tomó la batuta de las tijeras para irse con su hijo a los medios de la plaza de Jaén. Y sucedió. Le entregó el añadido a su hijo y un nuevo abrazo puso el broche a los treinta años de doctorado de Manuel Díaz “El Cordobés”.
Es verdad que no tuvo la despedida soñada Manuel. Quedó inédito con su primero y luego tuvo que lidiar al sobrero de El Capea tras ser devuelto el titular de El Parralejo. Se desquitó por momentos con el de El Capea, hasta cortarle una oreja. Y se le pidió con fuerza la segunda, que hubiera sido simbólica en reconocimiento a toda una vida dedicada al toreo. Pero a buen seguro que nunca olvidará este adiós y ese corte de coleta que le pidió personalmente su propio padre, tras el reciente reencuentro de ambos hace solo unos meses.
Quisieron también sacarle en hombros Javier Conde o Víctor Puerto. Pero El Cordobés dijo no. Y así abandonó a pie el coso de La Alameda, entre el clamor del público y acompañado por su padre. Lo que siempre había querido y soñado. Hasta siempre, torero.
